Segundas Generaciones No Siempre Fueron Buenas
En Hollywood las dinastías también existen, y muchas de ellas aún hoy siguen siendo poderosas e influyentes. La mayoría de los grandes actores o directores tienen a sus críos dando vueltas por la industria. Pregunten a la familia Barrymore, los Huston, los Estevez, etc. Hay muchos clanes dando vueltas. Pero La Familia, son los Coppola.
Y este preámbulo viene a colación de los directores que decidieron seguir los pasos de sus progenitores, muchos de ellos con mayor talento incluso.
El presente de los Coppola, ya que los cite previamente, dictamina que Francis Ford filma por inercia prácticamente. Con la excusa de hacer cine “independiente” hace cualquier porquería en algún país tercermundista, cuando en realidad se dedica a comprar inmuebles, hoteles, restaurantes y distribuir sus vinos. Se ha convertido en un codicioso Michael Corleone, que reniega y llora por su fortuna, mientras sigue recibiendo elogios por su carrera, al tiempo que cuida a su tesoro más preciado: la talentosa Sofía, mientras que el también talentoso hermano Román esconde su rostro bajo el mundo de la publicidad y videos clips, y le dejan los verdaderos escándalos al primo Nicolás que decidió devolver el apellido.
Caso opuesto es el de Nick Cassavetes, que en un principio parecía querer seguir los pasos del padre, pero finalmente terminó no solamente filmando en la vereda opuesta, bajo los mandamientos a los que el padre siempre combatió desde la retaguardia, sino que además destrozó un guión que el gran John nunca llegó a filmar.
En cambio, hay dos clanes familiares que empiezan a encontrar lugar entre los “nuevos” nombres de la industria y, paradójicamente podrían tener vínculos intercambiables: los Reitman y los Kasdan.
Jason Reitman también decidió caminar por vereda opuesta a la de su padre, Ivan. Jason prefiere la comedia dramática, reflexiva, crítica, cínica, con típico espíritu Indie, mientras el padre siempre mezcló la comedia con la ciencia ficción o el policial con resultados no siempre satisfactorios, elencos grandes y atractivos, con pretensiones de volar la taquilla.
El caso de los Kasdan, en cambio es paradógico. Papá Lawrence, mítico guionista de El Imperio Contraataca y Los Cazadores del Arca Perdida, hizo una filmografía variada en géneros, pero donde prevalecen las relaciones filiares, personajes sólidos que deben aprender a relacionarse con las personas que siempre tuvieron cerca, pero nunca reconocieron como tales. Toda la obra de Kasdan es el reencuentro de gente solitaria que no tuvo un rumbo y de repente debe reconocer que la persona que lo puede ayudar a salir adelantes es la que tuvo siempre a su lado o en frente. Y en cierta forma esos son los pilares de los dos primeros guiones de Kasdan también: un padre que se reconoce como tal frente a su hijo, y un arqueólogo que para encontrar una pieza mitológica antes que los nazis debe reencontrarse y pedirle perdón a un viejo amor. Como director, en cambio, no fue tan sutil. No disfrazó tanto el tema. Incluso un western épico como Wyatt Earp trata sobre la hermandad. Kasdan es uno de mis directores favoritos de los 80s y 90s. (Reencuentro, Te Amaré Hasta Matarte y El Corazón de la Ciudad, son tres grandes piezas). Lástima que la década pasada dejó dos obras mediocres.
En cambio Jake, el primero de los descendientes Kasdan que agarró una cámara, prefirió seguir el camino de la comedia absurda más deliberada, donde no se puede pedir verosimilitud narrativa o personajes que desnuden su alma. A Jake le importa divertir sin demasiadas pretensiones, y por eso se juntó con el clan Apatow, siendo acaso el miembro más radical, en el sentido de que tiene una completa autoconciencia, así, como la tiene los hermanos Zucker o Jim Abrahams, que sus películas se desarrollan en un plano surreal. En cambio, Jon Kasdan parece volcarse más cerca de los gustos de papá, a juzgar por la película Entre Mujeres (2006).
Paradojas del destino, Jake Kasdan parece un hijo perdido de Ivan Reitman, y Jason Reitman el descendiente directo del cine de Lawrence Kasdan.
Con Malas Enseñanzas, se confirma que Jake tiene un buen pulso para llevar el humor, pero a la vez gran timidez para elevar el producto. De hecho si uno sigue la filmografía de Kasdan Jr, pareciera que estamos siguiendo a un joven John Landis y que Malas Enseñanzas debería haberse convertido en la Escuela de Animales de nuestros tiempos. ¿Qué pasó? ¿Por que no podemos encontrarnos con una perfecta sátira a la educación media estadounidense? Ya en Orange County (su segunda obra), Kasdan se manifestaba contra la ineptitud del estudiantado y los profesores en las universidades prestigiosas, y ahora arremete contra un colegio primario. El problema, que era el mismo en Orange… es que no se separa de su protagonista, y no se anima a abrir el abanico, aunque tiene posibilidades, porque personajes no le faltan, pero todo gira alrededor de la meta de la profesora que interpreta con una solvencia, maravilla, admiración y altura humorística de las mejores divas de la historia del cine, Cameron Diaz.
Su Elizabeth Halsey es el centro de toda la película. A diferencia de otros personajes con los que ha sido comparada (Jack Black en Escuela del Rock, Billy Bob Thorton en Un Santa no Tan Santo o Los Osos de la Mala Suerte) Elizabeth es realmente quien dice que es, no está metida en esta escuela por error o equivocación. Es una maestra desastrosa. Un ejemplo deplorable de persona que no parece encajar con el hermoso rostro de Diaz, pero la actriz de La Máscara ha madurado y convertido tanto su belleza, como sus limitaciones en herramientas a la hora de elegir guiones y resolver personajes. Por eso Elizabeth está creada para los zapatos de Cameron. La diva se ríe de sus pechos, de sus relaciones sentimentales y procesa todo de forma tal que no queda ni como rubia boba, ni como sex symbol grasoso. Es una comediante de raza. Una lastima que el resto del argumento no se sostiene. Si bien es jugado por parte de Kasdan que cada secuencia se ate prácticamente con alambre con la anterior o la siguiente, la gracia de la actriz saca adelante una película mediocrísima. Y no está sola por suerte: Lucy Punch (otro descubrimiento de Woody Allen) es una antagonista perfecta, odiosa, pero que le escapa al estereotipo. Y con estos dos personajes, la película avanza ágilmente sin posibilitar que el espectador reflexione demasiado sobre lo que está viendo y se divierta sin tapujos. Ambas son sexis, maliciosas, queribles y molestas a la vez. Merecen ser castigadas de alguna forma. El elenco masculino está completamente de más. Ni Jason Segel o Justin Timberlake logran destacarse porque repiten personajes que ya han vivido en el pasado. Probablemente se la acuse de misógina, pero me parece que en este caso, Kasdan (a diferencia de Michael Bay, por ejemplo), lleva el fetichismo hasta un extremo tan ridículo que no se puede tomar en serio.
La falta de cohesión narrativa permite que la película tenga ciertos aires de las primeras adaptaciones de sketchs de Saturday Night Live a la pantalla grande. E incluso hay un cameo de una ex integrante: Molly Shannon. Pero en el medio algo se pierde. El humor escatológico no siempre funciona, y la ausencia de un hilo narrativo sólido empieza a cansar. Las escenas de Elizabeth drogándose son reiterativa y pierden efecto humorístico. Incluso credibilidad diegética. El final aparece de forma forzada, incomprensible con el resto de la película. Como si el estudio hubiese desaprobado y descartado el final original e impusieran este que no termina por convencer.
Además, como ya dije antes, hay suficiente personajes secundarios atractivos con buenas interpretaciones que hubiesen permitido abrir el abanico: darle más cabida a las subtramas relacionadas con la relación del director con los delfines, los personajes infantiles quedan injustamente relegados, y se podrían haber explotado más.
Kasdan se burla sin filtros de otras películas con maestros como: Stand and Deliver (1988), Mentes Peligrosas (1995), Scream (¿?) y toma como referencias escondidas a clásicos como Escuela de Animales(1978) Fast Times at Ridgemont High (1982), Experto en Diversión (Ferris Buller, 1987), El Arte de la Seducción (2006), aunque quizás la más obvia sea Maestros (1984) de Arthur Hiller. Aunque el estilo visual es más comparable con la sequedad de Zwigoff.
Discreta, no del todo desechable ya que tiene momentos humorísticos efectivos, pero bastante olvidable, Malas Enseñanzas, confirma que Jake Kasdan no tiene hasta el momento, el suficiente talento que tenía el padre a su edad. La película arremete contra la falta de inspiración de las nuevas generaciones, la estupidización, de la que Kasdan como realizador parece estar reflejado. Se extraña al Kasdan más intelectual de la ópera prima, Efecto Zero (1998).
Igualmente, si la clase, la sigue dando Cameron, está todo perdonado. Pero están aprobando, con la nota justa.