Cine militante
Sosa trabaja en un bar; viaja en tren; entrena como boxeador amateur y en sus ratos de ocio intenta tocar la melodía de Desde el alma con su acordeón cuando no tararea algún estribillo pegadizo o silba la Marcha de San Lorenzo. Pero en realidad, Sosa no se anima a dar un paso más en la relación con Nancy, su vecina, madre soltera que vive en la misma pensión, a quien le lleva comida del bar para ayudarla con Cami, su hija de pocos meses. Así transcurre la monótona y gris rutina de Sosa, de unos 40 años, quien escucha con atención las interminables tertulias de nostálgicos peronistas que buscan recuperar la mística de épocas del General y ensalzan el valor de la militancia, de la pertenencia al movimiento nacional y popular tratando de convencer al escéptico Panero, un taciturno parroquiano que de vez en cuando le da consejos de box a Sosa.
Vicio del cine argentino de otrora si los hay, las charlas de café donde se arreglaba el mundo aparecen demasiado en primer plano en Malón, ópera prima de Fabián Fattore, cuyo mensaje o sentido final entre líneas no es otro que un eslogan partidario que puede sintetizarse de la siguiente manera: joven argentino, si tu vida no tiene rumbo y estás apesadumbrado por ello hazte militante peronista y así encontrarás un sentido a tu existencia.
Claro que se podrá decir ante esta acotación personal que la película entrecruza otras líneas narrativas como por ejemplo la insistente aparición de un cuadro llamado La vuelta del Malón, de Ángel Della Valle, pintura que el protagonista observa en una postal y abre una búsqueda individual paralel al relato; o también la imposibilidad de acercarse a Nancy en un coqueteo que no se termina de definir nunca como esa melodía esquiva que no termina por ejecutar con solvencia en el acordeón.
Sin embargo, el desequilibrio entre estas subtramas y las historias del bar, que pasan por el anecdotario del peronismo básico, incluido Ezeiza claro está, prevalecen en los 75 minutos de un film que por su digresión acumula tiempos muertos de forma innecesaria y apela a metáforas obvias para construir un discurso poco atractivo desde lo cinematográfico y muy subrayado desde sus intenciones extracinematográficas.