Tratado sobre la banalidad del amor Dirigida a seis manos, Mañana Tarde Noche (2013) retrata un día en la vida de una joven pareja. Atravesando diferentes géneros y lineamientos estéticos, el film se convierte en un ejercicio cinematográfico con resultados más que satisfactorios. Federico Falasca, Tatiana Perez Veiga y Laura Spiner componen el trío de directores que le dieron forma a un film tríptico. Dividido en los tres segmentos a los que hace referencia el título, Mañana Tarde Noche se compone de episodios dirigidos de manera individual por cada uno de los realizadores con un concepto estético y narrativo diferente pero encausados entre sí por la continuidad de su historia. Julia (Katia Szechtman) y Tomás (Jair Toledo) son los únicos dos personajes que aparecerán durante los 80 minutos que dura la historia y como única locación veremos el edificio donde viven. Un día en la vida de una pareja que no sabe muy bien porque sigue junta es lo que proponen los directores en esta comedia romántica experimental pero no por eso carente de una historia. De entrada vemos a dos personas, jóvenes ellas, desenfrenadas sexualmente recorriendo los diferentes ambientes de un edificio hasta llegar a un departamento para finalizar en la cama. Un separador nos indica que llegó la mañana y una cámara en mano determinará el planteo estético de esta historia. Una imagen sucia y movediza seguirá a los personajes por los diferentes lugares de la casa mientras se cuentan sueños nocturnos en los que la infidelidad es vista como algo natural. Los sueños en el comienzo de cada episodio se repetirán, de la misma manera que la infidelidad será el común denominador de cada uno de ellos. La mañana traerá consigo el diálogo banal y rutinario del desayuno junto al misterio de un extraño hombre de gris que nunca aparecerá en escena pero del que sabremos de su existencia. La tarde se presenta diferente, Tomás chatea con un amigo y los diálogos son reemplazados por textos durante unos cuantos minutos. La sospecha de una infidelidad provoca la violación de la privacidad y en apenas segundos todo parece que va a estallar. Al regreso de Laura se escuchan voces del afuera que vuelven a poner en escena al hombre de gris. El misterio y la sospecha de quienes son y de donde vienen esas voces llevarán a ambos personajes a buscar por el edificio algo que no saben muy bien que es o tal vez se busquen a sí mismos representados en el otro que no es más que el misterioso hombre del jogging gris que actúa como un alter ego omnipresente al que ellos no quieren aceptar. A la noche una salida los espera, un cumpleaños con amigos los hará escapar de esa extraña sensación de haber pasado el día juntos y ya no saber que decir sin que sea una nimiedad. Pero la noche también encierra un erotismo presente en los cuerpos semidesnudos de los personajes, el agua que cae de la ducha, el calor que emana el verano y lo diálogos de dos conversaciones telefónicas individuales, en donde la infidelidad ya toma otro sentido y sale del sueño para tornarse en un hecho más concreto y real, completan y cierran la historia. Mañana Tarde Noche podría ser interpretada como una película cíclica que comienza donde termina. La mañana del primer episodio bien podría ser la continuación de la noche anterior, y así sucesivamente. Algo valedero y no descabellado dentro de la experimentación que proponen sus directores en este ejercicio cinematográfica sobre la banalidad del amor y sus consecuencias.
Tres veces tres La infidelidad en potencial y los sueños como vehículo de sublimación de los deseos son el eje de continuidad narrativa de este tríptico filmado por tres directores a seis manos y que exhibe, más allá de su costado experimental como ejercicio para poner en práctica diferentes estilos y estéticas, las mismas virtudes que defectos, pero con la consistencia de un film con peso propio. Mañana Tarde Noche, supone por un lado el acortamiento del tiempo de una pareja joven, Tomás (Jair Toledo) y Julia (Katia Szechtman), atravesando un momento de crisis aunque en apariencia todo parezca indicar lo contrario, que comparten el sexo y la convivencia en un departamento, única locación del film en la que la cámara en mano jugará un rol importante. También el título marca una secuencia o un ciclo, con sus determinadas características desde el punto de vista progresivo o gradual, para diferenciar a primera vista esos tres estadios en donde los personajes transforman su realidad y la infidelidad más que un potencial se vuelve casi un acto que está allí a la vuelta de la esquina. La experimentación de los directores Federico Falasca, Tatiana Pérez Veiga y Laura Spiner se evidencia tanto en la mezcla de géneros como en las largas charlas entre la pareja, las cuales oscilan entre la banalidad, los reproches y algunos silencios cuando la puesta en escena se acomoda en pequeños detalles sin llegar a ser opresiva en los planos. El mérito de este film, consciente de sus limitaciones y su rasgo particularmente anecdótico, es precisamente haber conseguido sustancia como película y no caer en el facilismo o pereza de una mera unión de cortometrajes con un único denominador común.
La aventura de la convivencia Los directores Federico Falasca, Tatiana Pérez Veiga y Laura Spiner trabajan la realidad e intimidad de una pareja a la manera de un experimento en Mañana – Tarde – Noche, film dividido en las tres partes del título pero que cuentan un día en la vida de sus protagonistas, y que recurre a algunas decisiones de puesta en escena bien puntuales: un único espacio, dos personajes, cámara en mano y unos planos cortos que profundizan aquella idea de cercanía. Inscripta en ciertos tópicos estéticos y formales del cine argentino que ha hecho raíz en el BAFICI, la frescura de los diálogos y las actuaciones, el espíritu lúdico de varios de sus pasajes y el disimulo de sus ambiciones y pretensiones, saludablemente terminan haciendo de este un film antes que aquel experimento. El centro es la pareja, Julia y Tomás (Katia Szechtman y Jair Toledo), y Mañana – Tarde -Noche los exhibe en aquellos momentos donde los diálogos banales y las situaciones ambiguas van haciendo la cotidianeidad, entre desayunos, cenas, preparaciones para salidas y lavado de dientes. Pero entre todas las posibilidades argumentales que Falasca, Pérez Veiga y Spiner podrían haber explorado en derredor de la pareja, en lo que deciden hacer foco es en la posibilidad latente de la infidelidad. Como en Ojos bien cerrados de Kubrick, aquí el engaño hacia el otro es algo que está ahí y la lucha es contra las tentaciones aunque, claro, sin el vuelo psicológico de aquella y más cerca de los códigos de la comedia romántica, pero encapsulados por un trabajo formal que apunta más a la incomodidad que a la complicidad. El engaño es algo tangible y posible en la película, pero además se expresa en sueños que los protagonistas tienen y comparten. Hay allí un morbo constante, un deseo amordazado y una zona de riesgo que ambos señalan como un recuerdo amenazante para el otro. No deja de ser un juego perverso, donde la víctima se convierte en victimario, redoblando el juego hasta límites intolerables. En la película las situaciones nunca llegan a la violencia psicológica de un drama intenso sobre la infidelidad (un ejemplo reciente sería la nacional Aire libre), todo es más relajado y juguetón, está instalado en el orden que Julia y Tomás lo exponen constantemente. Si pensamos en un único espacio y dos protagonistas, más un eje temático como el de la infidelidad haciéndose recurrente, lo atractivo de Mañana – Tarde – Noche es que en sus saltos temporales y su fragmentación episódica, la película recurre a diversas texturas genéricas sin ingresar en el territorio de la parodia, pero bordeando un humor absurdo y una tensión puramente climática. Allí brilla una larga secuencia de huida por los sótanos y pasillos internos de un edificio, o aquella en la que un mail misterioso prende la llama de la duda. Y ahí es donde Mañana – Tarde – Noche expone su otra vertiente: es una película de aventuras, pero sobre la aventura de la convivencia y sobre cómo algunos condimentos que la prolongan en el tiempo pueden ser un poco nocivos. Tal vez el mayor problema del film de Falasca, Pérez Veiga y Spiner es que nunca logra pasar de la anécdota simpática, pero aún así toma sus riesgos y se sale del molde de un cine joven que cree en la abulia adolescente como única posibilidad expresiva.
Tres directores, tres episodios, un día, un departamento, una pareja. Estos son los elementos con los que cuenta Mañana Tarde Noche tríptico dirigido por Federico Falasca, Tatiana Perez Veiga y Laura Spiner, integrado por tres fragmentos integrados entre sí. Cada director se encargará lógicamente de uno d los episodios, cada episodio representa un momento del día, y por lo tanto, cada uno será encarado de manera distinta. Los protagonistas y únicos personajes son Julia y Tomás (Katia Szechtman y Jair Toledo) una pareja joven que convive pero no sabemos hasta cuándo, parecieran atravesar una crisis. La mañana es a puro cámara en mano, pulsión sexual. Ambos expresan sus sueños con la infidelidad latente, y estos se representan. Por su estética se demuestra que si bien lo infiel parece ser aceptado, no está bien, causa convulsión, ruido en el otro. Los diálogos son incómodos aunque no parecieran tratarse de nada en concreto. Al llegar la tarde el diálogo ya no abunda, Tomás chatea con un amigo y se muestra lo que escriben; Julia llega y comienzan a escucharse voces del afuera; vuelve a surgir la idea de la infidelidad, tienen que salir a investigar de dónde vienen esas voces, y la situación entre ellos es cada vez más tensa. De noche, se preparan para asistir a un cumpleaños, la infidelidad otra vez pero ya no expresada en palabras sino vívida y no aceptada; nuevamente la pulsión sexual cerrando un círculo que podría comenzar como el día que está finalizando. Si bien cada director pondrá su sello, el clima general es similar, el agobio; lo cual nos retrotrae a la muy reciente Rosa Fuerte con la cual guarda más de un punto en común. Si bien se habla de otros personajes, como un omnipresente hombre vestido de gris, Julia y Tomás son lo único que se ve, encerrados, jadeados; y para eso es necesario, inevitable, apoyarse en los dos intérpretes. Szechtman y Toledo se cargan el film al hombro y salen airosos individualmente, aunque en conjunto lucen una química extraña, quizás por las propias situaciones que deben atravesar sus personajes. Individualmente, podríamos hablar del segmento “Tarde” como el más concreto y de algún hallazgo en lo narrativo subjetivo, pero como conjunto, Mañana Tarde Noche luce como un film experimental, introspectivo, curioso; para un público que busca formas nuevas y gusta de este tipo de historias que rozan lo voyeurista. Film festivalero, de estudiantes de cine; hay un público adepto a ellos, y el mismo puede disfrutarla todos los jueves de noviembre en el Centro Cultural de la Cooperación.