“Cuando Mari nos pidió refugio en casa, al principio fue solamente escuchar una historia que sabíamos que era la de muchas mujeres, pero que en mi familia conocíamos por los artículos periodísticos. De pronto, de un día para otro, esa historia se materializaba en un cuerpo, en una persona concreta, que estaba ahí, ahora, viviendo con nosotros”, señala Adriana Yurcovich acerca de su lúcido documental Mari, co-dirigido con Mariana Turkieh, actualmente disponible en la plataforma CINE.AR.
Efectivamente, la historia de Mari es la de muchas otras mujeres. Es una historia dolorosa, sufrida y cotidiana. Pero, en este caso, Mari logra darle una vuelta a su historia y hacer de ella un lugar de esperanza y renacimiento. Porque Mari pasó mucho tiempo acostumbrada a no tener ni voz ni voto, maltratada una y otra vez por su marido, extremadamente desvalorizada.
Pero, un día Mari se cansa, no aguanta más y abandona su hogar. Pide refugio en la casa de Adriana, donde trabaja como empleada doméstica. A pesar de las presiones, comienza otra vida. Nada le resulta fácil. Pero todo la reconforta.
Mari es, antes que todo, un documental conmovedor. No sensiblero, sino emotivo. Y no emotivo en el sentido de buscar el llanto del espectador ante el sufrimiento de Mari y toda su historia traumática. Claro que es imposible que no se nos escapen algunas lágrimas cuando ella narra momentos de mucho sufrimiento. Pero son segundos. Mari, el documental, no buscar ubicarse en la oscuridad para articular su punto de vista. No es como tantos otros documentales que sí hacen eso.
Porque acá el foco está sus pequeños grandes pasos hacia una nueva vida. Incluso uno podría decir que no hay nada extraordinario en ese proceso. Porque tampoco es la súperheroína de una película de Hollywood. Que Mari se haga cargo de su vida como lo hace la convierte en algo más interesante que una súperheroína: es, en cambio, un ser humano sin poderes mágicos con la capacidad y voluntad inclaudicable de no ser oprimida y sojuzgada ni una solo vez más.
Yurcovich es la entrevistadora, a veces con una voz en off y otras veces como un personaje de película misma. Es evidente que el vínculo que comparten esta dos mujeres es de un gran respeto y sin un ápice de clasismo, y también se percibe el afecto y le cercanía propias las relaciones más nutrientes. Otro acierto: Mari es una mujer con un marcado sentido del humor, que impregna buena parte del documental. Otro elemento más para evitar todo tipo de solemnidad.
Por eso creo que Mari no es retratada como un ejemplo a seguir – con toda la carga didáctica que ello tendría – sino como una persona a querer, una mujer con la que uno querría hablar horas y horas. Y de temas diversos de modo desprejuiciado, incluyendo los secretos del sexo. Otro tema prohibido en su vida anterior. Muchas cosas nuevas para alguien que se anima a entrar en un nuevo territorio.