Las nuevas afinidades electivas
Juegos de espejos, dos historias en tránsito paralelo, cuatro personajes que son ocho, relaciones humanas y de parejas y tempos narrativos ajustados a una geometría narrativa que necesita de la atención del espectador, en especial, durante la primera media hora, franja en donde se presentan las múltiples voces y relatos.
Juegos de espejos, dos historias en tránsito paralelo, cuatro personajes que son ocho, relaciones humanas y de parejas y tempos narrativos ajustados a una geometría narrativa que necesita de la atención del espectador, en especial, durante la primera media hora, franja en donde se presentan las múltiples voces y relatos. Después de Plan B (2009), Ausente (2011) y Hawaii (estrenada este año) y sin olvidar su participación con un episodio en el film colectivo Cinco (2010), Marco Berger emprendió su proyecto más ambicioso, no sólo por una nueva concreción en imágenes de sus afinidades temáticas, sino por la forma en que se concibe un montaje con objetivo protagónico.
La curiosidad por lo prohibido y las emociones sin exteriorizaciones ni declamaciones de sus personajes caracterizan al cine de Berger y en Mariposa, en lugar de repetir un esquema ya hegemonizado con sus films anteriores, duplica la apuesta estética para conformar un corpus narrativo que se sustenta en una compleja estructura. Allí están, por lo tanto, los dos relatos y sus respectivos engranajes internos que buscan hacer eco y reflejarse en dosis similares: por un lado, Romina (Ailín Salas, rubia) y Germán (Javier Di Pietro) interpretando a dos amigos; por el otro, una nueva Romina, en realidad una hipotética versión de aquella, ahora morocha, junto a un nuevo Germán, encarnando a dos hermanos, cada uno con su pareja, que mutuamente sienten una fuerte atracción.
En ese juego de ida y vuelta, dialéctico y visual, representado siempre por el deseo ya concretado o aun sin concreción, señalando desde el guión la inestabilidad amorosa de todos los personajes del film, el director Berger se siente a sus anchas para manifestar su propia visión sobre la sexualidad y las relaciones interpersonales. Mecánica por momentos (que hace recordar a algunos films de La Generación del 60) y con invocaciones y referencias sin subrayados a determinados títulos de Ezequiel Acuña (Nadar solo) y Albertina Carri (Géminis), Mariposa es un ecosistema fílmico donde cada espectador encontrará (o no) su propia identificación.