Laura Linares elige la figura de Elida Baldomir para construir un relato en primera persona que permite, a través de una pieza fundamental del movimiento tupamaro, reflexionar sobre diferentes cuestiones que están emparentadas con los fantasmas del pasado, el dolor, la militancia y la privación de la libertad.
Baldomir pasa hoy sus días en su pequeño departamento de Montevideo, Uruguay en donde reflexiona las diferencias fundamentales entre el encierro y la soledad. Allí, la cámara de Linares se va filtrando en la cotidianidad y de esta forma, a través de un registro observacional, compartimos el devenir de Elida y los problemas a los que debe enfrentarse hoy por sus problemas de movilidad y la enfermedad que la tiene atrapada varias horas en la cama.
Como otra forma diferente de cárcel, tanto el cuerpo que la atrapa como el pequeño departamento que comparte con su gata, el encierro sigue aún hoy atravesando sus días. Los diferentes diálogos, confesionales, íntimos, directos y sinceros, van mostrando el apego que Baldomir todavía tiene, aún al día de hoy, con ese pasado que no logra soltar. Y pareciera ser que todo su entorno, su departamento, su espacio físico, replica en cierto modo esos años en donde la privación de la libertad y la necesidad de volver a la vida, fueron el principal motor para seguir adelante.
Paradójicamente, confiesa no haberse desprendido de la cárcel, un espacio que sigue llevando dentro y que no ha podido soltar: incluso se plantea que sigue presente en cada día de su vida como un lugar en donde siempre estuvo habilitado el pensamiento plural, el poder pensar en el “nosotros” que hoy parece tan distante en esta soledad que vive en el aquí y ahora.
En su testimonio está latente la idea del paso del tiempo y del final, y desde allí volver sobre los años en donde supo hacerse un lugar dentro de un movimiento político que estaba casi exclusivamente pensado para los hombres y vuelve permanentemente a las marcas en el alma que han dejado quince años de cautiverio y otras secuelas físicas que ha marcado la tortura.
Aun con cierta persistencia demasiado marcada en volver siempre a los años de encierro, la figura de Baldomir es interesante tanto por su historia de vida como por su personalidad, su sentido del humor, y la lucidez con la que transita este momento de su vida. Piensa en un futuro cercano, la posibilidad de vivir en una residencia geriátrica y reflexiona sobre el cuerpo, la enfermedad y el aislamiento como forma de vida.
Es interesante el paralelo que traza la propia Baldomir con las penas corporales padecidas por Frida Kahlo y el despliegue de su arte a pesar de su dolor, de su cuerpo fragmentado y de los corset que intentaban corregir esa tortura. Es allí donde la directora aprovecha a poner su cámara al servicio de las más ricas reflexiones que nos permiten ir conociendo cada vez más a la protagonista excluyente de “MARQUETALIA”.
Luego de un largo recorrido por diversos festivales en Uruguay, el Festival de Cine de Mar del Plata y el Festival de Cine Latino en Tolouse, llega a la pantalla del cine Gaumont este documental que vuelve a hablar de nuestra historia latinoamericana reciente, manteniendo la memoria viva de los excesos cometidos por los gobiernos dictatoriales y sentir que aún sigue muy presente algo que de ninguna manera debe quedar sepultado en el pasado y que “MARQUETALIA” le vuelve a dar visibilidad y cuerpo en una historia de vida como la de Elida, completamente desinhibida frente a cámara, con esa frescura y espontaneidad que le da fuerza al relato.