FRAGMENTOS DE VEJEZ Y MELANCOLÍA
Si la tentación inmediata para Marquetalia era adoptar posiciones tajantes –celebratorias o condenatorias, da igual-, lo cierto es que elige no un camino alternativo, pero sí por lo menos un desvío que la aleja de las calificaciones fáciles. Hay indudablemente una simpatía subyacente por la protagonista en el documental de Laura Linares, pero también una mirada que transmite melancolía y hasta la consciencia de un final que se aproxima.
El film hace foco en Elida Baldomir, emblema de los tupamaros (una de las agrupaciones armadas más importantes de Uruguay, de la que formó parte el ex presidente José Mujica), ya que fue la mujer que alcanzó mayor responsabilidad militar. Pero lo que vemos no se trata tanto de una crónica del pasado, sino de una mirada al presente de esa mujer, ya anciana y residiendo en un pequeño departamento en Montevideo. Esa actualidad es, por cierto, indudablemente gris y monótona: a Elida solo la acompañan los recuerdos de su época de guerrillera, una gata que oficia de fiel mascota y sus problemas de salud -producto en buena medida de las secuelas de la tortura y los años de cárcel-, que ya son bastante severos.
La épica está prácticamente ausente en Marquetalia y lo que se impone son los ecos de las ausencias de los compañeros que ya no están, además de la soledad inapelable de la protagonista. A lo sumo aparece el orgullo identitario por las acciones del pasado y las persecuciones sufridas, pero siempre en la voz de Elida, y no tanto desde la puesta en escena, que le da plena libertad para hablar, aunque hace mayor hincapié en los silencios y vacíos. De ahí que prevalezca un tono pausado, incluso cansino, que por momentos convierte a la película en una experiencia un tanto agobiante desde el tedio que propone.
Ese agobio conspira en algunos tramos contra el abordaje narrativo y hasta temático que se propone la realizadora, ya que los tiempos muertos generan un distanciamiento en el espectador. Pero hay un gesto inteligente desde la economía de recursos, que es el de apelar a la síntesis y limitar el metraje a apenas una hora. Surge ahí una apuesta más clara: Marquetalia es más un relato sobre un fragmento de la vejez de una persona, un vistazo a un mundo empequeñecido, antes que un documental dramático e histórico. Ese ligero desvío lleva a una mayor empatía con una figura repleta de matices y contradicciones, incluso en sus contradicciones asumidas, como cuando afirma que se convirtió en una “vieja burguesa con una gata mimosa”, mientras se aferra a los restos de la épica de su vida previa. Por algo la última línea que se le escucha es “yo sigo siendo la comandante”, aunque su cuerpo envejecido diga lo contrario.