Adaptación de la novela homónima de Jack London que, según Pietro Marcello, “preanunció las perversiones y tragedias del siglo XX”, Martin Eden trabaja apoyada sobre los pilares ideológicos de la libertad y la solidaridad que el director italiano recupera del ideario anarquista del teórico Errico Malatesta, cuya imagen, no por casualidad, aparece en el inicio de esta película osada, ambiciosa y dispuesta a asumir desafíos narrativos.
Cineasta atrevido que ya ha llamado la atención con largometrajes alejados de la norma como La boca del lobo (2009) y Bella y perdida (2015), Marcello se propuso esta vez “atravesar todo el siglo XX” a partir de la singular historia de un proletario que va cambiando su perfil a medida que incorpora un bagaje cultural que en su época -principios del siglo XX- estaba restringido a las personas de clases sociales más acomodadas. Martin Eden es también un héroe negativo, un autodidacta tesonero que cree ferozmente en el camino individual y termina mareado por el encanto superficial del éxito.
El film acompaña ese derrotero con una gama de recursos que no suelen aparecer en un mismo contexto: música pop e imágenes decimonónicas, ficción cruzada con fragmentos de documental, colores naturales imágenes con filtros drásticos. Operaciones destinadas a tender puentes posibles entre el cine popular y el más orientado a la experimentación.
Marcello también cambia el lugar de los hechos: de Oakland -la ciudad del estado de California donde está ambientada esta novela naturalista y presuntamente autobiográfica- a una Nápoles empobrecida donde el protagonista vive una epifanía de corto alcance. Tener éxito en el marco de la cultura de masas, nos propone el agitado relato, puede implicar algunas traiciones y una pérdida de personalidad y de rumbo que Luca Marinelli -premiado en el Festival de Venecia por este trabajo- encarna con una convicción admirable.
Lo que arranca como una historia de esfuerzo encomiable y posible redención acaba como la tragedia de un personaje extraviado, atrapado por el narcisismo e incapaz de reaccionar frente a ese problema. Marcello traza el recorrido de esa dramática deriva con mucha perspicacia: logra que primero empaticemos con el hombre que se sobrepone a circunstancias adversas y finalmente lo deja al desnudo, exponiendo su categórica derrota, la que conlleva olvidarse del progreso cultural como herramienta de emancipación para entregarse a la pura vanidad solipsista.