Gangsters y lectura social
Protagonizada y producida por Brad Pitt la película cuenta con un embrollado guión que abunda más en crítica política que en escenas de violencia. Algunas situaciones recuerdan a Scorsese.
Otra película con gangsters paralanchines, como Sie7e psicópatas, estreno de la semana pasada? Sí y no, ya que hay diferencias entre ambas. ¿Otro film norteamericano con referentes de culto y estéticas apropiadas sin culpa alguna? Sí, y esto se nota en Mátalos suavemente, aunque se trate de una película más personal que Sie7e psicópatas. ¿Un nuevo ejemplo de cine periférico, ubicado en los márgenes de la industria? Depende del lugar desde el que se mire a una enmarañada trama donde la fauna gangsteril se cruza con la crítica social en una película protagonizada y producida por Brad Pitt…
Parece que los gángsters vuelven con todo de acuerdo a Mátalos suavemente, cinta que tiene sus buenos momentos –el minucioso trabajo con los diálogos–, un guión embrollado con pocas escenas de violencia y una fuerte crítica al sistema político. En efecto, es un film que toma como pretexto a la mafia para inclinarse hacia otras zonas, no demasiado frecuentadas en esta clase de películas. Los gángsters, como ocurre en los títulos canónicos de Scorsese sobre el tema (Buenos muchachos, Casino, Los infiltrados) hablan en exceso: encerrados en autos, en bares, por las calles. Pero la película del neocelandés Andrew Dominik fusiona ese universo con las elecciones que en los Estados Unidos llevaron a Obama al sitio presidencial a través de noticias que propalan la televisión y la radio, pero también, desde las mismas palabras de los personajes hablando de ese contexto. Este desplazamiento que propone el director no sorprende si se toman en cuenta sus antecedentes: su ópera prima Chopper, mucho más que una historia de cárceles con un patovica con casi todo el cuerpo tatuado, y la más ambiciosa El asesinato de Jesse James por el cobarde Robert Ford. Es que Dominic elige el cine de gangsters para adornarlo con otras cuestiones: sociales, políticas, coyunturales, con resultados desiguales, pero que en más de un momento son bienvenidos. Como en sus dos películas anteriores el pretexto argumental es solo eso: un par de gángsters de poca monta que se llevaron plata de una partida de póker, un especialista en el ramo destinado a matarlos (el personaje de Pitt) y muchas conversaciones sobre el lugar que los protagonistas ocupan en ese mundo que, desde el punto de vista económico, se cae a pedazos. En esa zona entre canchera y sofisticada, Mátalos suavemente se parece a otras películas, eligiendo una excesiva estilización en el uso de la luz y en el montaje, provocando –en este caso– un peligroso distanciamiento en relación al espectador.
Pero el desfile actoral tapa las grietas. En una película masculina, el capomafia que encarna James Gandolfini llega al primer lugar, secundado por Pitt y Richard Jenkins. Pero el recuerdo cinéfilo le pertenece a Ray Liotta, con su cara poceada debido al paso del tiempo. Ya lejos del traidor Henry Hill de Goodfellas de Scorsese, esa obra maestra que iniciaron los '90, a él le pertenece (y padece) la gran escena de violencia de Mátalos suavemente, que hasta parece filmada por el histérico e inquieto pequeño gran Martin en sus años de gloria.