Vamos a tratar de no confundir los tantos, así es más fácil decodificar la obra a la que nos referimos.
“Mátalos suavemente” aborda los gángsters modernos. Mafia. Vemos la estructura de la organización, las jerarquías y hasta quienes actúan al margen de esta. Por ejemplo Johnny (Vincent Curatola) y Russell (Ben Mendelshon). A estos dos tarambanas se les ocurre la “brillante” idea de asaltar un garito. Un antro regenteado por Markie (Ray Liotta) donde “los muchachos” juegan al poker. Algo tan estúpido como un mosquito yendo a robarle sangre a Drácula.
El tema es que Markie, con anterioridad, había fraguado un auto-robo, y este episodio provoca una ruptura en la organización. Aquí es donde entra Jackie (Brad Pitt), quien tiene varias charlas previas en el auto con el Conductor (Richard Jenkins). El tipo de conversaciones, muy jugosas, que, uno imagina, tendrían dos tipos antes de pasar a la acción, en las que prima el sentido común y el razonamiento en lugar del impulso. En efecto, Jackie tiene la misión de arreglar las cosas para que todo vuelva a funcionar normalmente. “Me gusta matarlos suavemente”, dice.
Hay un factor tan interesante como confuso en este texto cinematográfico. No porque no se lo entienda; sino porque se mezcla tanto en la acción que por momentos pareciera querer imponerse en desmedro de la trama. Esta circunstancia es coherente en la filmografía de Andrew Dominio, lo que es observable en “Chopper” (2000) y en “El asesinato de Jesse James por el cobarde de Robert Ford” (2007). En ambos casos había una necesidad de mostrar claramente el mundo donde viven sus criaturas y como los afecta.
Dominik, como guionista y realizador, elige un momento específico de la historia para emplazar su guión: el contexto socio-económico-político reinante en Estados Unidos en 2008. Post huracán Katrina (estamos en Nueva Orleáns) y antes de las elecciones ganadas por Barak Obama, cuando la crisis institucional hacía prever la decadencia, y caída, del capitalismo, por consiguiente también del imperio estadounidense.
Más que la música, los discursos de campaña y las noticias sobre la debacle financiera funcionan como la verdadera banda de sonido. Es lo que subraya casi todas las acciones y las imágenes. En especial aquellas mostrando una ciudad (y una sociedad) devastada. El realizador tiene la precisión de un bisturí para delinear a sus personajes, sin embargo este contexto del que hablamos nunca deja de estar presente. Por esta razón, está clara su preferencia a tomar distancia de la gente que pasa ante su cámara. Se convierte en observador de su propia obra y en esa tesitura es donde logra también poner al espectador.
“Mátalos suavemente” también tiene una gran dosis de preciosa sutileza para filmar escenas de violencia. Esa belleza que solía encontrar John Woo contrasta con otras cuyo diseño de sonido les da un realismo apabullante, como los golpes en la cara por ejemplo.
Se trata de uno de los sólidos estrenos de este año, que puede emparentarse con el cine de Tarantino. Sólo emparentarlo porque Domink ya tiene una personalidad de esas que hacen esperar ansiosamente su próxima propuesta.