La tierra de las oportunidades.
En la reciente Cosmópolis, de David Cronenberg, se tomaba como base una resonante cita del poeta polaco Zbigniew Herbert (“Una rata se volvió la unidad monetaria”), para iniciar una hipnotizante crítica a los responsables por la última crisis económica. Mientras el canadiense aplicaba su mensaje de forma fría y calculadora al ponerse en el lado de los grandes infractores, el realizador neozelandés Andrew Dominik parece haber tomado nota de la misma frase, para entregar una sucia, violenta y ardiente poesía contra Estados Unidos con el thriller Matalos suavemente (Killing Them Softly, 2012).
Basada en la novela de 1974 Cogan’s Trade, de George V. Higgins, la película elige situarse en la Nueva Orleans del 2008, una época en la que la gente aún trataba de recuperarse de las consecuencias del huracán Katrina, y en la que tenían que empezar a prepararse para la tormenta producida en Wall Street. La historia es simple: tres criminales de poca monta (Scoot McNairy, Ben Mendelsohn y Vincent Curatola) deciden robarle a la mafia durante una noche de póquer, haciendo al poco confiable manejador Markie (Ray Liotta) el chivo expiatorio. Furiosas, las víctimas llaman al sicario Jackie Cogan (Brad Pitt), para que se haga cargo de los culpables. Pero, a pesar de toda su experiencia, el asesino a sueldo tendrá una buena cantidad de problemas para hacer el trabajo a su manera, incluyendo las políticas de su contratador (Richard Jenkins) y los problemas personales de su colega Mickey (James Gandolfini).
En esta oportunidad, Dominik (también responsable por Chopper, retrato de un asesino y El asesinato de Jesse James por el cobarde Robert Ford) entrega un muy buen film, plagado de drama, humor y suspenso. Aplicando su estilo visual (variando entre el ritmo del video musical y la atmósfera de un western) a las típicas convenciones del cine de gangsters, él le otorga el mismo atractivo a una sencilla escena de conversación entre dos ladrones de mala muerte que a una elaborada secuencia de Cogan mostrando su talento para acabar con alguien. Esto, sumado a la riqueza de los personajes (algo elaborados de forma tarantinesca) y a las grandes actuaciones de absolutamente todo el elenco, crea un mundo apocalíptico, en el cual la única opción para sobrevivir es aplastar al resto, sin mirar atrás. A pesar de la negación con los valores del país del norte, la verdad es ineludible: en esta nueva era, cada uno se cuida a sí mismo, y a nadie más.
Sin embargo, el potencial de la película se ve arruinado por una cosa: la forma en la cual Dominik hace claro el mensaje. Desde el primer minuto, el archivo de discursos de George W. Bush, John McCain y Barack Obama sobre las causas y las consecuencias de la caída de la bolsa es repetido una y otra vez, apareciendo en todos los televisores y radios posibles. De la misma forma, incluso los personajes paran el argumento varias veces para ponerse a decir frases fuera de sus contextos sobre los eventos de la época. Al principio, es efectivo (a pesar de su inexistente sutileza, provoca un cierto aura interesante), pero luego de continuar por 90 minutos, los martillazos del escritor y director hacia los cerebros de los integrantes de la audiencia son más fuertes y duros que cualquiera de los disparos, choques o golpizas que ocurren dentro del film. Dentro del odio metido en su mente, Dominik pierde la cuenta por remarcar algo que no necesitaba resaltarse; sin estos toques, la ideología igualmente se hubiera notado, y el resultado final hubiera sido mejor.
Entre el thriller adictivo y la ira destructiva de una línea obvia, Matalos Suavemente termina ganando, aunque da lástima notar las posibilidades que tenía esta producción de ser mejor. Aún así, una muy buena dirección, un elenco de grandes actores y un grupo de personalidades interesantes hacen que la fórmula funcione. Es la tormenta del sueño americano.