¡A la caza!
Una contra todos. Nada nuevo bajo el sol. Un argumento visto una y mil veces en el que el individuo maltratado por el sistema se toma la justicia por su mano. Todo está corrupto y dominado por el miedo a las represalias de las mafias locales, y la única solución que queda es la de armarse de valor, bombas y bazokas y salir a la calle a saldar deudas imponiendo la propia ley a sangre y fuego.
¿Y cuál es el detonante del baño de venganza que se avecina? Pues el asesinato a sangre fría de una menor inocente en un parque de atracciones, quien paga con su vida las amistades peligrosas de su progenitor. La madre, testigo impotente en primera persona de la tragedia familiar, se dará de bruces con todo un aparato judicial que ampara al delincuente y abandona a su suerte al afrentado. A partir del detonante, se acabó el guion. Tan solo se tratará de ir eliminando enemigos como si se tratara de un videojuego.
Jennifer Garner, quien ya diera buenas muestras de su fisicidad en títulos de acción pura y dura como Daredevil, Elektra o la serie de TV Alias, demuestra seguir estando en buena forma (y su doble también) y con la camiseta ensangrentada como su fuera una émula aventajada del John McClane de la saga de Duro de matar nos invita a un festival coreografiado de golpes, tiros y multitud de violencia incontrolada y ajusticiados por metro cuadrado. Quien busque estética o estilización en la puesta en escena que se vea mejor la trilogía de la venganza de Park Chan-Wook.
El director francés Pierre Morel se va doctorando acumulando ejercicios de adrenalina pura a partir de algunos títulos recomendables como Distrito 13 o Búsqueda implacable. Claro que en ambas ocasiones contó con la participación en labores de guión de un entendido en la materia como Luc Besson, y aquí se ha tenido que conformar con la firma de Chad St. John cuyo “logro” curricular más evidente hasta la fecha ha sido su participación a modo de escriba en la vergonzante Londres bajo fuego.
Se nota un afán por parte de los hacedores del film de búsqueda de lo más esencial, pasando por alto cualquier otro elemento disuasorio que descentralice el tema principal. Eso se traduce por un lado en que el resultado final sea más directo y contundente, aunque a la vez el conjunto adolezca de profundidad, repitiendo uno tras otro todos los clichés del género siendo a la postre una obra demasiado convencional y repetitiva.