Matar o morir es el nuevo film de Pierre Morel, responsable de la trilogía de Búsqueda Implacable, aquellas entregas que tienen siempre a Liam Neeson como el héroe de acción que va a por todo cuando sus seres queridos corren peligro. Este nuevo film no se aleja mucho del tono de su trabajo previo y lleva a cabo una fórmula muy similar a cómo se trataba al género de acción décadas atrás.
La protagonista de esta historia es Riley North (Jennifer Garner), quien es testigo del brutal asesinato de su marido y su pequeña hija a manos de una banda de narcotraficantes mexicanos. Ya desde su punto de partida, el film comienza a hacer uso de estereotipos del género, que además en el contexto actual resultan extremadamente ofensivos, con una mirada arcaica que atrasa en contenido y también en cinematografía. El film está producido por H. Brothers, la compañía china que este año también produjo Milla 22, del cual escribimos hace unos meses. Pero a diferencia de éste, que contaba con un gran despliegue de escenas y coreografías de acción, Matar o morir no logra ni siquiera, en dichos momentos, convertirse en un mero entretenimiento.
El hecho de que el film no pueda sustentarse en lo que debería ser el elemento fuerte de una película del género de acción, hace que éste evidencie todavía más sus fallas y su vacua construcción narrativa. El sufrimiento de la protagonista y su transformación en una justiciera que asesina a sus enemigos a sangre fría, hace uso de todo tipo de clichés que recuerdan a cierto cine de acción de los años 90 pero sin la carga de entretenimiento o el simple disfrute nostálgico. Incluso aquellos momentos que apelan al costado dramático de la historia y el sufrimiento de Riley, no hacen más que ocasionar el efecto contrario en el espectador: la risa ante lo bochornosas que resultan las escenas.
De esta manera, Matar o morir no es más que un compendio de lugares comunes e incorrectos en la peor forma de lo que puede resultar un género en malas manos. De seguro brinda un buen número de momentos irrisorios, siendo tal vez lo único que funciona como entretenimiento y lo aleja a uno del sopor ocasionado por un film que parece de los 90 pero que en realidad atrasa mucho más dentro de un género que ha visto mejores días. El nuevo trabajo de Pierre Morel se hunde por sus propios méritos, o mejor dicho por la ausencia de ellos, logrando que el único reconocimiento que reciba sea el de convertirse en uno de los peores films de este 2018.