Matar o morir

Crítica de Rodrigo Seijas - Fancinema

RUTINARIA JUSTICIA POR MANO PROPIA

Pierre Morel todavía conserva cierto renombre por el film que lo lanzó a la fama: Búsqueda implacable, cuyo único mérito fue el haber podido instalar a Liam Neeson como un veterano héroe de acción, porque ya en el momento de su estreno y ahora, vista un poco a la distancia, es una película claramente sobrevalorada y cuyo enorme éxito es aún hoy difícil de explicar. Y no solo porque su construcción era endeble y antojadiza –además de facha- sino también porque su puesta en escena era definitivamente mediocre, sin una secuencia de acción decente. Lo peor es que después, a pesar de dedicarse con esmero al género, Morel nunca dio muestras de aprender a filmar escenas de impacto con algo de nervio y creatividad: Sangre y amor en París y The gunman: el objetivo son films anodinos y fácilmente olvidables en lo que deberían destacarse.

En Matar o morir, Morel vuelve a trabajar con la acción vinculada a altos niveles de violencia y a indagar en personajes que no tienen muchos pruritos a la hora de romper todas las leyes posibles en pos de alcanzar sus objetivos, pero también vuelve a demostrar que sigue sin aprender a narrar o mostrar, y que no pasa de ser un artesano mediocre. Para que quede claro: el problema no es tanto que la única vuelta de tuerca que aporta el relato a la típica premisa de “protagonista que pierde a su familia en un hecho delictivo y que frente a las fallas del sistema decide hacer justicia por mano propia” es que el personaje principal es una mujer; o que la ideología (definitivamente explícita) avala toda clase de acciones ilegales desde una justificación sentimental. Al fin y al cabo, son todos elementos discutibles, síntomas de un caldo de cultivo que está siempre presente en las distintas sociedades. El gran problema es que todo es aburrido y rutinario, con la cámara siguiendo en piloto automático el drama esa pobre madre y esposa que encarna –con esmero, hay que reconocerlo- Jennifer Garner, que busca vengarse brutalmente de todos los que estuvieron involucrados en mayor o menor medida en su tragedia.

Esa desidia y desgano con el narra Morel lleva a que en la primera media hora se acumule de manera apabullante un compendio casi interminable de estereotipos y situaciones esquemáticas –la felicidad familiar hecha pedazos, las muertes en cámara lenta, los malos malísimos, los abogados corruptos o desinteresados, la policía inútil, el juicio humillante, etcétera, etcétera, etcétera-; para luego seguir con acción videoclipera y gestos cancheros que aportan poco y nada. Y si el film intenta darle un giro original al argumento a partir del rol que pueden jugar las redes sociales, avalando determinadas acciones pero también contribuyendo a revelar las miserias del sistema, tampoco es que se le brinda la suficiente atención como para imprimirle energía a lo que se está contando.

De ahí que Matar o morir sea una experiencia banal y carente de impacto, un film sin alma y que nunca se preocupa realmente por contar apropiadamente su historia, por más que ya haya sido contada muchas veces. Así, no hay presencia femenina capaz de elevar un sub-género que luce un tanto agotado.