Jacques de Mahieu tuvo uno de esas vidas en las que lo mitológico y lo real se entremezclan hasta volverse un todo indivisible. Colaborador del nazismo, el francés llegó a la Argentina durante el peronismo y dedicó su vida a probar lo que para muchos es una locura: que mucho antes de Colón y sus secuaces, por Sudamérica pasaron varias expediciones vikingas, lo que explicaría la presencia de varias tribus de indígenas blancos en Brasil y Paraguay. El documental Memoria de la sangre va tras la huella de ese particular personaje articulando la investigación periodística con un andamiaje ficticio que no funciona del todo bien. Como si el director Marcelo Charras (Maytland, La Paz en Buenos Aires) no confiara en el magnetismo de su criatura, suma un personaje-investigador que lleva adelante el relato y entrevista a diversos expertos en esoterismo y a personas que lo conocieron, entre ellas su hijo, cuyos aportes son fundamentales para completar el rompecabezas. Memoria de la sangre construye un entramado en el que se mezclan teorías supremacistas arias, la relación de Perón con los nazis, la antropología regional y las sociedades secretas. El resultado es un film algo irregular en su desarrollo, sobre todo cuando apuesta por la ficcionalización, pero definitivamente entretenido cuando se lanza definitivamente a indagar en los pliegues de un personaje que merece conocerse.
Un curioso documental de Marcelo Charras que investiga a un hombre oscuro y poco conocido. Se trata de Jacques de Mahieu, un militar de rango nazi que se refugió en nuestro país y supuestamente se relacionó con Perón y Evita, el testimonio de su hijo y las fotos así lo muestran. Este hombre estaba obsesionado, relacionado con el nazismo esotérico, el demostrar que las civilizaciones de América, todas, son de origen ario y sus descendientes de antiguos nórdicos, vikingos, que llegaron mucho antes que Colón a colonizar y ayudar a los pueblos originarios. Las mismas teorías copiadas que esgrimen quienes ke atribuyen la “ayudita” a los extraterrestres. La historia del investigador se relaciona con sociedades secretas y con el espíritu de un Hitler al que tratan de reivindicar con sus ideas opuestas al capitalismo. Interesante.
La búsqueda En Memoria de la sangre (2017), Marcelo Charras (La Paz en Buenos Aires, Maytland), desanda el camino de una pesquisa épica tras los pasos de Jacques De Mahieu, un refugiado nazi que vivió en Argentina y que forjó un halo de misterio acerca de su relación con la cultura y los libros, entre ellos uno mítico que se ha transformado en una leyenda urbana por mucho tiempo. En esa búsqueda el “rastreador” va entrevistando a libreros, a los hijos de De Mahieu, y se topa con archivos audiovisuales, y con el mito que va creciendo, envuelto en palabras, en promesas de encontrar la perla que necesita, en elucubraciones y suposiciones. “A la masa se la mueve más fácil con el mito que con la cultura” dice alguien por ahí, al pasar, casi imperceptiblemente, y Charras, hábil potencia a partir de allí su historia para confirmar que no solo para la sociedad los mitos son elementos vitales para lograr cohesión, sentido, cultura, identidad, sino, también, para configurar la historia pasada como fuente de saber para el futuro. Al avanzar en la búsqueda, la pesquisa se transforma en tedio, y el rastreador se coloca delante de cámara quebrando justamente la neutralidad que se venía logrando. Allí donde el documental comienza a desdibujarse, a mostrar sus artificios, es en donde Memoria de la sangre termina por evadir su origen y a transformarse en otra cosa, hasta un hecho que puede cambiar una vez más el destino de la propuesta. Porque cuando los hijos del mito empiezan a cuestionar su objetividad y tal vez, también, la exposición que se hará sobre su vínculo con el nazismo, la película comienza a generar en el espectador la inevitable necesidad que la tarea emprendida se cumpla. La película habla así de cuerpos ausentes y presentes, de libros, de la sangre como mito fundacional de sentido dentro de la cultura, transformando una experiencia individual de rastreo en algo colectivo y único. Por momentos el excesivo ruido que la banda sonora lleva a la pantalla hace perder de vista el trabajo de Charras, y en algunos momentos también el poner a todos delante de la cámara, en poco específicos diálogos, que hacen que se distorsione el sentido original de la propuesta. Así y todo Memoria de la sangre no sólo habla de un libro perdido, o de un refugiado nazi, sino que propone una mirada lúcida sobre la inconsistencia de la memoria, de los espacios de saber, y de la erudición como mero catálogo de conocimiento perdido en la sociedad. Desde que el rastreador entra en conocimiento de la verdadera existencia del libro buscado, todo se transforma, y la incertidumbre termina por ser una verdad en la que ya no importa tanto el seducir a aquellos que necesita para llegar al objetivo, sino, al contrario, termina por posicionar la pesquisa en una ruta viable para el mito y su entorno.
El enigma de Jacques de Mahieu La vida de Jacques de Mahieu es digna de la imaginación de Mariano Llinás. Tanto es así que tranquilamente podría tratarse de un personaje creado para una de las ramificaciones de Historias extraordinarias. Pero no: aunque es cierto que lo mitológico alrededor de su figura es indiscernible de lo real, este hombre no solo existió sino que dejó un legado que aún hoy es objeto de análisis entre historiadores, antropólogos, politólogos y unos cuantos “ólogos” más. De Mahieu nació en Francia y fue un colaborador del nazismo, hasta que el avance aliado lo obligó a hacer las valijas y refugiarse en la Argentina, siempre con el visto bueno de Perón. Se sabe que conoció al General y hasta se dice que participó en la elaboración de algunos discursos, pues De Mahieu estaba convencido de que “a las masas se la mueve más fácil con el mito que con la cultura”, tal como afirma su hijo. Pero aún más fuerte era su convencimiento de que América no fue “descubierta” por Colón, sino que muchos siglos antes anduvieron los vikingos, algo que explicaría la presencia de varias tribus de indígenas blancos en Paraguay y Brasil. Detrás de su rastro parte el realizador Marcelo Charras en este documental llamado igual que un libro perdido del francés: Memoria de la sangre. El tercer largometraje del director de Maytland (2010) y La Paz en Buenos Aires (2013) tiene un personaje magnético, misterioso, inteligente, tan lógico y racional como apegado a lo esotérico y místico. Lo que no tiene es confianza, como si hubiera pensado que de Mahieu no podía bancarse solito el peso del relato. Quizás por eso Charras rodea una investigación documental-periodística clásica (cabezas parlantes, imágenes de archivo) de un dispositivo ficticio centrado en una suerte de investigador que persigue las huellas del francés por motivos que nunca se aclaran. En la primera escena se ve a este investigador (¿alter ego del realizador?) charlando con un librero que le entrega dos libros firmados por de Mahieu, no sin antes avisar que no puede revelar cómo los consiguió debido a un pacto no escrito del oficio según el cual el origen de los materiales debe mantenerse oculto. Inmediatamente después, una escena “recrea” el encuentro de ese librero y una mujer con acento galo que le da acceso a una biblioteca enorme. Algo similar ocurrirá más adelante, cuando ese investigador dé con el hijo de Mahieu y lo haga “actuar” varias charlas con su esposa. No le sienta del todo bien a Memoria de la sangre este tironeo entre el documental clásico y expositivo y el intento de ocultarlo bajo el manto de una ficción. Mejor le sienta arrojarse de cabeza a recorrer la traza de ese supremacista ario y férreo defensor de un darwinismo social, cuya voz recupera tanto a través de sus escritos como de algunos viejos VHS, además de un hijo que oficia como cuidador oficial de la obra de su padre. Un hijo que vive en Ciudad Evita y está firmemente convencido de las bondades de quien presta su nombre al barrio, en línea con el pensamiento de un padre que, igual que tantos, abrazó tanto al fascismo como al peronismo. Así, Memoria de la sangre, cuando define qué quiere ser, hace lo que todo buen documental debería: poner en juego los discursos instalados para ir más allá de lo establecido y hurgar en los pliegues de la historia.
Sería muy fácil reducir Memoria de la sangre a su contenido más visible: la vida de Jacques de Mahieu. También sería más cómodo relegar el documental al procedimiento más discutible, la dramatización de un proceso de investigación. Sin embargo, se cometería una gran injusticia. La película de Marcelo Charras es un objeto fascinante que encierra varias capas. La primera, por supuesto, se vincula con el personaje en cuestión. “De su vida en la Argentina, solo quedan pocos rasgos” dice la voz en off que guía este viaje hacia el pasado entre las sombras de bibliotecas y archivos fílmicos diversos. A partir de la búsqueda, nos vamos enterando de quién fue Mahieu, desde su adhesión al nazismo hasta su llegada a la Argentina con Perón en el gobierno, pasando por su proscripción a partir de 1955, motivo por el cual realiza diferentes viajes por países latinoamericanos. De esa experiencia nacerá gran parte de sus tesis. Una de ellas cobra fuerza, a saber, que las culturas precolombinas tienen un origen en común con las nórdicas, trabajada en uno sus libros más famosos, Vikingos en América. De este modo, se justificaría la cantidad de leyendas indígenas que hablan de “hombres blancos con cabellera de sol”. La vida del pensador avanza según los tiempos mismos que trabaja Charras a partir de un montaje notable, capaz de encerrar el núcleo expositivo-ideológico del francés paralelamente a la puesta en escena de la misma investigación. Y es en esta atmósfera de misterio que se teje el relato. Al principio vemos a la dupla ficcionalizada del librero y el detective. El primero le habla de mantener ciertos códigos con respecto a develar las fuentes: “Nunca se cuenta el origen de un libro”. Ese marco será fundamental, la piedra fundacional de un itinerario de paradas intrigantes donde aguardamos siempre un dato más para el asombro. La principal será en Ciudad Evita, el lugar donde vive Xavier, el hijo de Mahieu ,con su mujer. A partir de este momento, el fantasma del padre parece utilizar como vehículo el cuerpo del hijo y los testimonios de uno abren aristas impensables para comprender varias cosas. La primera gira en torno al meollo de un sistema de pensamiento cuya elegancia de enunciación no puede evadir las implicancias que genera. En palabras más concretas, estamos hablando de un adherente al partido nazi encastrado en el peronismo, no solo porque fue amigo del general sino porque estaba convencido de que el justicialismo podía ser la versión del nacional socialismo contra las corporaciones capitalistas. La superación llegaría para Mahieu en la figura de Evita, la verdadera revolucionaria, capaz de integrar estas ideas con el pueblo. Dentro de este orden de conjeturas que dejaría perplejo a más de uno, se suma la teoría de que Ciudad Evita se construyó a partir del rostro de su líder y que parte del mapa devela un saludo nazi hecho con el brazo. No es una novedad que Argentina es un crisol de mitos, idolatrías y odios, pero sí que aún continuemos sumando relatos que no hacen más que añadir aristas al teatro del dolor que es nuestra historia. Esta tensión ideológica entre lo que se muestra y se escucha la deja en evidencia Xavier de Mahieu cuando dice frente a cámara que su sueño es que el padre sea conocido como pensador, escritor y científico y que no se queden los espectadores con el hecho de haber participado en la Segunda Guerra Mundial apoyando a las potencias del Eje. El tema es cómo disociar una cosa de la otra. Memoria de la sangre es también un documental acerca de cómo un hijo debe lidiar con el fantasma paterno y de cómo un documentalista debe poner distancia frente a la moral que encierra su objeto de estudio. Si hay un aspecto sobresaliente es que, al igual que en el Film Noir, todo se cocina entre las sombras, solo que aquí no hay solemnidad alguna en la construcción ni de quien investiga como de quien es investigado. Por eso, podemos ver al protagonista preparándose unos fideos mientras observa los videos que preparó Mahieu para la posteridad. Por otro lado, la búsqueda se despoja de todo indicio de modernidad berreta (tipos googleando o consultando por internet). Al contrario, parte de un método entrañable: internarse en librerías, perderse en bibliotecas, estar librado al azar. Los libros son protagonistas y especialmente uno que forma parte de la trama secreta que da origen al título, el último eslabón del pensamiento de Mahieu, el indicio culminante de un viaje cuya pasión, pese al tono desangelado, se contagia. Así como el mito es más fácil para movilizar a la gente, en el cine lo será para sacudir a los espectadores, quienes podrán lidiar con la historia de un hombre que, además de nazi, era un pensador libre. Y su destino no podía ser otro que la Argentina, el reino de los oxímoros. Por Guillermo Colantonio @guillermocolant
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Escrito y dirigido por Marcelo Charras, Memoria de la sangre es un documental sobre un curioso personaje: Jacques de Mahieu, refugiado nazi y antropólogo que escribía libros sobre esoterismo. Memoria de la sangre empieza con un personaje investigando a través de libros antiguos, sobre esos libros que se pierden, más específicamente uno llamado “Memoria de la sangre”. Lo primero que hacemos es conocer a esta persona que tomará un rol similar al de detective: en este caso, un lector curioso, un bibliófilo que recorre bibliotecas y librerías. Su camino es largo y arduo, va pasando por diferentes bibliotecas y voces hasta que llega al hijo del propio Jacques de Mahieu, Xavier, quien vive en Ciudad Evita. ¿Quién fue Jacques de Mahieu? Un investigador con una curiosa teoría que sostiene que los americanos descendemos de vikingos. Viaja a conocerlo y se encuentra con un lugar lleno de tesoros pertenecientes a esta figura a la que se encuentra investigando. ¿Cómo se ordena una biblioteca?, se pregunta Xavier. Y le sugiere su método y al mismo tiempo empieza él mismo a descubrir los tesoros que allí se guardan. No es casual que éste viva en Ciudad Evita, más específicamente en el rodete de Evita. Mahieu, refugiado nazi, llega a nuestro país durante el peronismo y adhiere a su ideología, aunque la relaciona a su manera con el nazismo y el esoterismo. El documental registra sus descubrimientos sobre Mahieu pero también presenta algunas escenas ficcionalizadas que le aportan algo muy atractivo al tono del film. Hay algo casi de policial. No obstante la gema de la película se encuentra en este misterioso personaje que dejó algunas huellas y escondió otras tantas (probablemente al verse obligado a hacerlo). Y la presencia de ese hijo que intenta seguir su legado a su manera. En esos libros que escribía, los videos que había grabado y las posibilidades, siempre tan discutibles como fascinantes, que abrían sus teorías. Y Charras se acerca a él y a esas teorías de una manera muy respetuosa, sin tomar postura y permitiendo que sea el espectador el que termine de armarlas.
Diane Keaton está en la cima y lo refleja en “Mejor que nunca”. Crítica ADELANTOS, CRITICA, ESTRENOS La película inglesa “Poms” afianza la impronta de Zara Hayes directora del filme quien visualiza el destrato a las mujeres mayores de edad pero con diversión y baile. Las compañeras de la protagonista “Martha” apoyarán un sueño en la vejez, ella quiere ser porrista. Por. Florencia Fico. La directora Zara Hayes fue encargada del documental deportivo “La batalla de los sexos” sobre la partida de tenis que confrontaba al campeón Bobby Riggs y hoy premiada en Wimbledon femenino Billie Jean King en 1973. En esta pieza cinematográfica la cuestión de género demuestra la superación y potencia femenina al alcanzar la victoria; a pesar de la poca difusión, financiamiento y burlas sobre su dudosa fortaleza. El título oficial en inglés es: “Poms” en español “Mejor que nunca” un filme que expone la historia de Martha (Diane Keaton) una mujer de tercera edad vendedora de objetos en remante, sin hijos y viviendo 45 años en el mismo departamento se cansa y decide alojarse en una residencia de ancianos. Impulsada por su amiga Sheryl (Jacki Weaver) emprenden realizar un grupo de animadoras con mujeres de su misma franja etaria. Aunque lo que empieza como un momento de recreación se transforma en una actividad profesional y tienen la idea de ser miembros de una competición. Con esta meta se asocian a una joven cheerleader (Alisha Boe) que coordinará al equipo y las ejercitará y ” ¡Ellas demostrarán que nunca es tarde para darlo todo!”. Haynes en “Poms” muestra otra discriminación de género pero por edad donde las mujeres dependen de la aprobación de sus hijos para contar con su dinero para los uniformes; es decir la sumisión económica. “Nadie quiere ver a un montón de ancianas con falda corta”, comenta un hijo de las mujeres. Asimismo las demandas por parte del hogar de residencia que las obliga a ser al menos ocho y las ven como una ocupación promiscua, obscena y fuera de los estándares morales del espacio. Además cuando inician participando en un pequeño duelo entre ellas y unas muchachas adolescentes son filmadas en su performance; el video pasa a ser viral y las críticas son más fuertes, risas y comentarios poco felices. El guion de Shane Atkinson (Historia: Zara Hayes) propone también darles poder a aquellas mujeres. Por un lado, cuando Martha les propone mirarse en frente de un espejo y observarse para luego decir que les gusta de sí mismas. Ellas responden: su pelo, manos, muñecas, sonrisa, sus pechos. Por otro, en el momento de la audición cada una propone su talento en la danza o destreza entre las aptitudes se encuentran: tango, rock and roll, disco, yoga y bastoneo. Una escena que pone especial atención a las canciones elegidas por Pedro Bromfman ellas son: “Man, I feel like a woman” y “American Woman”. También la aceptación de sus propios límites físicos aunque para cuidado de ellas mismas. Muchas de ellas enfrentan mareos, reposición de pierna, dolor al levantar los brazos, cáncer, inflamación en el ciático e inestabilidad. Con esta lista de antecedentes médicos hacen entrenamientos apropiados y aconsejados para seguir en ritmo para la competencia sin bajar la guardia a su anhelo ganar una competencia regional de baile como porristas. El género que desborda lo da la dupla cómica Sheryl – Martha. Ambas distintas pero complementarias. Sheryl es profesora de Educación Sexual, juega póker a altas horas de la noche, tiene una sensualidad que atrae a todos, segura, directa, abuela y muy colaboradora. En cambio Martha es silenciosa, retraída, poco sociable, muy rígida, rutinaria, sarcástica e irascible. En una de las locuras de Sheryl, al no permitirles que ensayen en la residencia de ancianos, va al secundario de su nieto donde ella da clases y desarrollan sus coreografías con su joven jefa animadora. Se ve perjudicada por el video que pasó por las redes sociales; sin embargo ella no lo subió si no una compañera y se compromete a prepararlas en poses osadas, sexys y arriesgadas. Ésta combinación da como resultado un humor irónico lleno de conversaciones íntimas que las sacan de sus personalidades originarias. Asimismo se mezclan y generan una amistad de mutua contención y esperanza. Martha le comenta a Sheryl su quimioterapia abandonada, un deseo pendiente y el cuidado que tuvo con su madre que la alejó de su aspiración. Lo que hace que su amiga Sheryl sea más consciente, implicada con su salud y cuidadora sin querer de su compañera. En un momento de recaída Martha es llevada a un sanatorio y se despierta con Sheryl abrazándola en su cama una escena imperdible que evidencia la mixtura de una tragicomedia y amor entre pares. El reparto completo lo conforman: Diane Keaton, Jacki Weaver, Pam Grier, Celia Weston, Rhea Perlman, Charlie Tahan, Bruce McGill, Alisha Boe, Phyllis Somerville, Suehyla El-Attar, Sharon Blackwood, Carol Sutton, David Maldonado, Frank Hoyt Taylor, Charles Green, Patricia French, Robert Larriviere, Alexandra Ficken, Maxwell Highsmith, Henardo Rodriguez, Karen Beyer, Kevin Petruski Jr. y Wesley Williams. La producción fue una coproducción entre: Reino Unido-Estados Unidos; Sierra Affinity, Mad As Birds y Green Rose Pictures. Puntaje: 85
Documental que rastrea las huellas de Jacques de Mahieu, refugiado nazi que terminó sus días en la Argentina. Fue un intelectual, científico y arqueólogo, obsesionado en demostrar que las civilizaciones de América son de origen ario, descendientes de antiguos nórdicos que llegaron al continente siglos antes que los españoles. Su historia se relaciona con el nazismo esotérico, antiguas sociedades secretas, leyendas de civilizaciones perdidas y hasta el misterio de La Atlántida. El documental es un recorrido apasionante por este personaje, su legado, su hijo, sus historias y su fuerte vínculo con el nazismo y el peronismo, llegando a la violencia armada de la década del setenta. Con varias licencias poéticas para darle más potencia al documental, el realizador tiene un material muy interesante que consigue explotar al máximo. Memoria de la sangre es todo un hallazgo dentro del panorama del documental actual y más aún por no idealizar al peronismo, un vicio casi obligado del cine político argentino. Tampoco la película hace esfuerzos políticamente correctos por condenar al personaje, simplemente cuenta la historia y confía que la historia hable por sí misma. Esa sofisticación es una gran muestra de inteligencia.