Un documental hipnótico
El segundo film de Martín Solá, es un documental con una anécdota muy pequeña que la hace andar: Rodrigo, un joven del norte argentino, que quiere ir a trabajar a las salinas para ganar dinero, pero en el camino es parte de una peregrinación religiosa que lo lleva por los cerros. Mensajero muestra su posterior llegada a las salinas y el comienzo de las actividades de recolección. Pero si bien esto genera algunos cruces interesantes desde lo temático, el film subyuga y gana territorio en la impresionante fotografía y el trabajo de encuadre.
Lo interesante que tiene la película es que a partir de esta pequeña anécdota, y aún mostrando algo que aunque no conozcamos podemos intuir, como puede ser una procesión o el trabajo en las salinas, el director logra construir una película artificial e hipnótica.
Sublime resulta el trabajo fotográfico de Gustavo Schiaffino, obteniendo una textura que en el cine nacional han logrado muy pocos (ahora recuerdo lo hecho por Esteban Sapir en Picado fino a partir la fotografía de Kino González). Como decíamos, cada encuadre parce una foto fija, y sólo algunos leves movimientos de manos o cuerpos nos recuerdan que estamos viendo cine. Por ejemplo las imágenes de nubes que van cubriendo los cerros durante varios minutos, meten al espectador en un trance que lo transporta a ese lugar.
Si bien alejado desde lo genérico, Mensajero aplica un estilo visual que el cine comercial en la Italia del ‘50 ó ‘60 realizaba con hombres como Mario Bava o Victorio Storaro. Este documental fusiona acertadamente el trabajo de Solá con el de Schiaffino, haciendo que ningún campo sobresalga del otro y logren un conjunto muy atractivo de ver.