Luego de que su hijastro Trent sea testigo de un asesinato, el agente Malcolm Turner deberá asumir nuevamente el rol de Big Momma, acompañado por su sobrina Charmaine, para desenmascarar a un peligroso delincuente.
Tal y como se ha hecho evidente en los últimos años, Martin Lawrence no se encuentra en el mejor momento de su carrera. Sus películas son cada vez menos relevantes y espaciadas en el tiempo, algo que no suele suceder con los comediantes, que en un año pueden llegar a ser parte de cuatro producciones o más, cuando él sólo participa de una o dos que podrían pasar directo a la televisión por cable. En este sentido se entiende el motivo por el que una vez más reflota a su alter ego Hattie Mae Pierce o por qué se rumorea que va a reponer a su personaje de Bad Boys en una tercera parte. No es que se crea que recurriendo a una fórmula probada se logre una buena película, sino que con el recuerdo reciente del debut de Big Momma's House 2 encabezando la taquilla en el 2006, hay una posibilidad doble de recaudar y a la vez devolver a su protagonista a la pantalla grande.
En esta oportunidad el agente Malcolm Turner debe infiltrarse en una escuela de arte, donde un informante escondió un pendrive con información suficiente como para encerrar a un peligroso mafioso. Por supuesto cabría la pregunta de por qué este “soplón” se reunió con los delincuentes, o por qué no entregó directamente la memoria al FBI y así conservaría la vida, pero es una licencia gruesa que los autores se permiten para lograr que Lawrence se calce nuevamente el vestido, sin importar lo ridículo que eso parezca. Hay que destacar que el comienzo promete, la aparición del genial Ken Jeong, Mr. Chow en ¿Qué pasó ayer? o Señor Chang en la serie Community, habilita la posibilidad de que se trate de una de esas películas en las que diferentes estrellas tienen desopilantes participaciones cortas, idea que se desvanece con el transcurso de los minutos. Se da paso entonces a una serie de chistes gastados incapaces de sacar una sonrisa al espectador más dispuesto, porque si había algo de original en Mi abuela es un peligro eso se perdió luego de haberlos usado también para una segunda parte.
Un aspecto que dotaba a la primera de un plus adicional, algo que a la distancia se extraña mucho, es el de los roles secundarios interpretados por actores familiares como Anthony Anderson, Terrence Howard o Paul Giamatti, que cada uno a su manera aportaban para que la película funcionara. En esta tercera parte, además de un Martin Lawrence devaluado hay un elenco sin nombres encabezado por Brandon T. Jackson, quien demostró ser divertido como Alpa Chino en Tropic Thunder, pero sin figuras que lo sostengan esa gracia parece no fluir. John Whitesell, director acostumbrado a realizar películas en las que la risa debe ser buscada con lupa, se encuentra otra vez detrás de este proyecto como hiciera con la secuela. Nuevamente ofrece un producto gastado y descolorido que ni siquiera puede recibir el adjetivo de simpático. Hay quienes dirán que por lo menos es mejor que la segunda, otros nos preguntamos si eso puede considerarse un logro.