Viejos son los trapos
Una pareja de recientes cuarentones entabla amistad con una pareja de veinteañeros, que les dan una perspectiva distinta sobre la vida y las posibilidades de desarrollo personal y profesional.
Todo comienza cuando Josh conoce a Jamie, uno de sus estudiantes que aspira a ser documentalista como él, y que le demuestra cierta admiración. Josh convence a su esposa para que salgan con la pareja de jóvenes y de esa manera de a poco sienten lo que es volver a tener esa edad. Ambos se involucran emocionalmente, especialmente Josh que ve en Jamie un colega más que un pupilo.
A su vez se van distanciando de sus amigos de siempre, que los ven como inmaduros y atravesando una etapa en la que no conectan. Pero la cuestión va más allá, porque en realidad Josh y su esposa Cordelia decidieron no tener hijos, y eso es lo que en realidad los aliena de un círculo en que la reciente paternidad es el tema principal. De a poco se torna incluso un poco más complejo que eso cuando vamos descubriendo que pasaron por varias etapas previas a esta decisión y que pasarán por algunas más. Lo grandioso de esta pareja es que están siempre cuestionándose y abiertos a cualquier posibilidad, sin dejar de apoyarse mutuamente y ser quienes realmente son.
Los matices de los personajes son cuanto menos interesantes, al igual que la premisa que promete muchísimo. Pero en algún momento la película se queda a mitad de camino y decide apuntar en otra dirección, dejando de lado los conflictos de la edad y la relación de ambas parejas para enfocarse en la crisis vocacional y existencial de Jamie, quien desde hace una década trabaja en el mismo documental sin poder terminarlo. Lo cual eventualmente desemboca en una vuelta de tuerca que poco tiene que ver con el conflicto original.
Sin embargo, mientras tanto se puede disfrutar de ciertos diálogos muy bien logrados y situaciones dignas de una buena comedia dramática. Es una lástima que todo quede a medias y la película se tome tan poco en serio a sí misma, rozando la línea de lo absurdo en algunas escenas que podrían haberse aprovechado para darle más profundidad al conflicto principal. O para hacernos reir al menos, sin recurrir a ese humor burdo e infantiloide tan americano.
“Mientras somos jóvenes” es una propuesta fresca con personajes geniales, que no termina de cumplir y queda en anécdota superficial, apenas logrando su propósito. Si algún mensaje nos deja, es el ya sabido y popular “El que duerme con niños, amanece mojado”.