La felicidad y cómo lograrla.
Al margen de la colaboración en la escritura de guiones para las películas de Wes Anderson, y aunque contaba en su haber con tres largometrajes anteriores, la primera noticia más o menos consistente de Noah Baumbach la tuvimos en la Argentina con The Squid and the Whale; una auténtica película de familia, una historia de adolescencia aturdida y un esmerado repertorio de balbuceos con el que el director pretendía inyectarle dosis de glamour y novedad a la evidentemente poco confiable etiqueta “familia disfuncional”. Baumbach arrojaba a sus protagonistas a un vacío que parecía devorarlos en cada escena, y la película consistía en una especie de carrera de obstáculos cómica y estremecedora, en la que de lo que se trataba era de observar –pertrechados con todo el morbo que fuéramos capaces de acopiar como espectadores privilegiados – a qué nueva vuelta de perplejidad y desconcierto se verían sometidos los personajes de una escena a otra. El humor elusivo, la brillantez instantánea de los diálogos concebida como una de las formas menos publicitadas de la malevolencia; el tono “ladrillo a la vista” de la ciudad de Nueva York –de una melancolía desdeñosa, creada en un laboratorio, pero de todos modos efectiva–, hacían de la película una experiencia singular de bajo perfil, capaz de arrancar tímidamente al director de su papel de compinche inveterado de Anderson para investirlo de un insospechado peso propio.
En Mientras somos jóvenes, su anteúltima película hasta la fecha (en los últimos años el director parece haber puesto un pie en el acelerador y obtenido una inesperada regularidad), Baumbach se ha vuelto un poco más discreto, acaso más sobrio, aparentemente menos dispuesto a tratar de sorprender al espectador con algún truco de último minuto todo el tiempo, pero también con toda la pinta de haber perdido algo de su sensibilidad para el retrato impiadoso y de la elegancia con la que sus personajes alcanzaban un relumbre de humanidad salvador a pesar de sus defectos. Los protagonistas son una pareja de cuarentones relacionados con la producción de documentales. Baumbach los muestra razonablemente felices aunque un poco resignados, quizá acostumbrados sin darse cuenta a vivir una clase de vida que no se ajusta con exactitud a la que hubieran deseado pero que tampoco parece calzarles mal del todo. Los personajes conocen entonces a otra pareja mucho más joven, que parece funcionar por oposición respecto de esa satisfacción improbable que se insinúa en un pasar cómodo y en el repertorio de pequeñas rutinas domésticas que se desprenden de una existencia poco rumbosa pero apacible. Estos nuevos amigos, especialmente el varón, resultan ser unos vivillos de campeonato, que solo buscan introducirse en el mundo del documental (el suegro del protagonista es un director famoso), pero la película deja entrever que su energía y su pasión son auténticas, precisamente la clase de cosas que los protagonistas tuvieron en sus años dorados y ahora admiten con perplejidad haber perdido.
Mientras somos jóvenes es tal vez la película más trabajosa y menos fluida de Baumbach; el corazón de la trama amagaba con ser el descubrimiento doloroso de un vacío sin nombre disponible, que los personajes padecen prácticamente sin saberlo mientras se convencen de las bondades de una vida carente de ataduras, sin hijos ni trabajos demasiado demandantes. Pero el director se distrae inexplicablemente con algunas contorsiones de guion que dan lugar al despliegue de una serie de gags no siempre inspirados, que parecen diseñados para proporcionarle a Stiller una situación cómica donde pueda ofrecer sus piruetas más pedestres. Para decirlo rápidamente: la película no tiene la gracia estilizada y vanidosa de The Squid and the Whale, pero tampoco es Greenberg, ese ejercicio sentimental genuino, donde la mirada dolorida del descastado era el modo en el que la añoranza por lo que pudo haber sido adquiría los ribetes de una tragedia expresada en susurros. Dicho esto, hay que agregar que Mientras somos jóvenes es una película más bien disfrutable, que se puede ver con el entusiasmo moderado con el que sus personajes descubren que, pese a todo, todavía están a tiempo para alcanzar cuotas dudosas de felicidad.