Los mejores años de nuestra vida
Posiblemente lo más interesante de éste filme se encuentre en aquellas ideas que transitan por detrás de las escenas narradas, de manera subyacente, dichas, mostradas, de manera muy sutil, y tiene que ver con las distintas miradas generacionales sobre aspectos típicamente y universalmente humanos.
El amor, la envidia, la amistad, las relaciones familiares, la paternidad bien asumida, la adopción bien entendida, pero por sobre todas las cosas habla de aquello que parece haberse extraviado, la cultura del trabajo, del esfuerzo, de los logros, la confianza en el otro, la moral como guía del pensamiento y la ética como la puesta en acto de esa moral, y esto no se cierra sobre si mismo sino que se despliega a partir de unos cuantos personajes, como un Atlas universal humano.
Si bien puede al mismo tiempo ser leída como la historia de una pareja que circula por los cuarenta años, sin saberlo en tiempo de crisis.
Josh (Ben Stiller) y Cornelia Srebnick (Naomi Watts), dichosamente casados, ambos artistas audiovisuales, él director, ella productora, de mediana, edad en Nueva York. Ellos han formado una familia, pero no han podido tener hijos, aunque muestren que esto no los ha afectado.
Josh, un veterano director de documentales, está pasando por una etapa profesional en suspensión, sin nuevas ideas. Mientras trabaja en el montaje de una película cultural, desde hace casi una década, queda claro que está bloqueado, pero se sustenta dando clases en la universidad..
En una de esas jornadas educativas conoce a Jamie (Adam Driver) y a Darby (Amanda Seyfried), una pareja de jóvenes que rompen con todos los cánones, de hálitos libres, espontáneos, y sin ataduras.
Josh ve en ellos aquello que parece haber perdido, queda subyugado por el accionar intempestivo de Jamie, igualmente es seducida Cornelia por Darby, ambos por la pareja de jóvenes para lo que nada es del orden de lo imposible.
Esta situación derivará en que Josh y Cornelia se vayan alejando de las amistades que fueron conformando durante sus vidas.
Es como si se les hubieran abierto una puerta de regreso a su juventud. Pero la naturaleza es sabia, y como dice el refrán “si después de los cuarenta no te duele nada, es porque estas muerto”, entonces los rebeldes cuarentones Josh y Cornelia dejan de lado a los amigos de su misma edad, que están transitando otro espacio en sus vidas construyendo otros roles, la paternidad puesta en juego.
Para ir corriendo junto a estos nuevos amigos jóvenes, parecen estar tan conectados, ser tan cool y desinhibidos, pero nada es lo que parece y la presencia del patriarca mayor, otro renombrado documentalista Leslie Breitbar (Charles Grodin), al mismo tiempo ser el padre de Cornelia, hace que todos los esfuerzos de seducción de Jamie se dirijan a Leslie y abandone a Josh.
Leslie ya está de retorno, por lo que nada le es más importante que estar tranquilo y sin demasiados sobresaltos, digamos que ya todo le da lo mismo, mientras a él no lo perjudique, las adulaciones de Jamie lo ponen como en el limbo.
Esto motivará en Josh, primero celos, luego decepción, y despertará suspicacias construidas desde el tercero excluido, poniendo en tela de juicio todo aquello que creían estar descubriendo, no era un descubrimiento sino otra cosa, como dijo Leonardo da Vinci, “nada nos engaña más que nuestro propio juicio”.
El filme, estructurado y narrado en tono de comedia dramática, tiene además de un guión muy inteligente, un muy buen montaje, buena dirección de arte, y una sustentación increíble en las actuaciones de la pareja protagónica.
Como cantaba John Lennon, “la vida es aquello que te pasa mientras estas ocupado haciendo otros planes”.