Mientras somos jóvenes, con Ben Stiller y Naomi Watts.
“Mientras miro las nuevas olas yo ya soy parte del mar”, cantaba Serú Girán. ¿Y si uno no es mar ni ola nueva? Si se ha quedado encabalgado en un tiempo del que se siente extraño, desfasado, fuera de tiempo. Algo así parece experimentar Josh (Ben Stiller), un director de documentales (o mejor dicho de un documental y de otro que le está llevando casi diez años terminar), cuarentón, profesor, casado con Cordelia (Naomi Watts), productora de cine e hija de un documentalista afamado a punto de recibir un reconocimiento a su trayectoria (quien otrora fuera el mentor de Josh).
Pareja feliz o acostumbrada, sin hijos, mientras a su alrededor sus amigos son padres recientes y entonces sus gustos, sus encuentros, sus intereses parecen bifurcarse.
Al conocer a los veinteañeros Jamie (Adam Driver) y Darby (Amanda Seyfrid) por un tiempo creerán que ese empuje juvenil los puede tomar por asalto. Pero al mejor estilo de La malvada, detrás de la candidez, la solidaridad, el desinterés, algo empieza a asomar que hace ruido en la joven, cool y libertaria pareja, especialmente en él.
Noah Baumbach (un director indie más que interesante y del que sólo se ha estrenado en el país la maravillosa Historias de familia) construye un retrato generacional y de clase que trasciende fronteras y permite pensar a esos excéntricos que se sienten fuera de lugar , que no se creen capaces por miedo, que no se quieren reconocer en lo que no pueden y se enojan con el mundo y se disfrazan de lo que no son en busca del tiempo perdido cuando en verdad ganarían más en buscar lo que quieren ser. Pero a la vez reflexiona sobre el cine como industria, como pasión, como negocio, como arte y sobre la tecnología y sus aportes y la apropiación de esas herramientas para quien debió amoldarse a los cambios o la naturalidad que despliega el que nació con ellas.
Mientras somos jóvenes es una comedia inteligente y amarga, de esas que nos hacen reír mientras pensamos de qué nos estamos riendo, donde nada se resuelve mágicamente y las paradojas siguen en tensión permanente, donde se reflexiona sobre la construcción de la verdad y el verosímil sin apoyar los discursos posmodernos de la multiplicidad de verdades. Pero especialmente donde importa el cuento más que la tesis y el mensaje. Todo acompañado de buena música y de un elenco que sabe lo que hace.