Casi al pasar, en uno de los encuentros que comparte con el cuarentón Josh (Ben Stiller), Jamie (Adam Driver), que anda por los veintipico, le dice a su nuevo amigo que tiene rigurosamente estudiada y comprobada la certeza de que nunca va a morirse. La afirmación eleva los niveles de perplejidad en la cara de Josh y confirma, a esas alturas, que la vía de escape que él y su esposa Cornelia (Naomi Watts) eligieron para ahuyentar las frustraciones y enfrentar el irreversible paso del tiempo no funcionará como antídoto. Por el contrario, hará más visibles las neurosis y las fobias de la pareja central del relato, cuyas marcas personales remiten de inmediato a los protagonistas de todas las películas previas de Baumbach.
De todas ellas, Mientras somos jóvenes es la más accesible y directa. Sus temas (a los citados pueden agregarse preguntas sobre los vínculos intergeneracionales, las responsabilidades que entraña la madurez, la pérdida de certezas y los dilemas creativos que afrontan los artistas) fluyen a través de diálogos veloces y filosos, además de situaciones que descolocan e incomodan constantemente las elecciones de Josh y Cornelia, llevados por su decisión de no tener hijos y sus tambaleantes proyectos a conectarse de cerca con una pareja mucho menor.
Esa sensación de vacío y desconcierto que los personajes transmiten le ponen un toque agridulce a un relato que confía ante todo en la notable capacidad de Baumbach para captar al vuelo reacciones (sobre todo de parte de la extraordinaria Watts) y conductas que van del optimismo a la conciencia de la desventura. Todo ocurre en una Nueva York retratada desde ángulos muy distintos a los acostumbrados.