Un juglar sin reino La singularidad de este documental de los directores Agustín Argento, Facundo Caramelo y Juan Manuel Muñiz Oribe obedece en primer lugar a sortear las problemáticas que hoy presenta el acceso a material sobre cualquier artista, en redes sociales, para encontrar el atractivo de la figura del popular Miguel Abuelo desde la concepción de un disco solista, grabado en Europa de manera muy artesanal y que a décadas de su desaparición física (1988) hoy se consolida como una pieza fundamental para entender la progresión musical hacia la banda Los abuelos de la nada, donde hiciese las veces de voz líder y alma de uno de los iconos del rock vernáculo de los 80. Es que los aires libertarios de los 70 había que buscarlos afuera y Francia, cuna de hippies, arte en las calles y lugar de exilio de varios músicos en proceso de huida de la reaccionaria Argentina de aquellas épocas, era el espacio para que Miguel Abuelo mostrara ante un productor musical galo sus credenciales de músico, poeta más que las de sudaca indocumentado. Tema a tema de un disco que terminó llamándose Miguel Abuelo et Nada, grabado en ocho canales y con la participación de músicos invitados, inclusive un chelista proveniente del ámbito clásico, la voz de Miguel Abuelo es un instrumento en sí mismo. Su apuesta constante a la palabra, al juego de sonoridad en complemento con la armonía, una marca registrada del creador del Himno de mi corazón. Siete temas componen este mágico vinilo (con el tiempo compact disc y hoy digitalizado a MP3) y desde el testimonio de sus hacedores, la ausencia de Miguel Abuelo no es suficiente como para no dejarse seducir por su propuesta musical, transgresora y sumamente a contramano de todos. Eso lo avala nada menos que la voz autorizada del periodista Alfredo Rosso, otro de los protagonistas de este documental, sin dejar de lado el minucioso rigor y calidad artística para organizar el derrotero musical junto a imágenes que construyen su propio tiempo y espacio al yuxtaponerse el discurso del presente con la tecnología en primer plano y las atonalidades de este juglar analógico, que traspasan los límites de la pantalla porque nadie puede dormirse allí, algo debe hacerse…
Lisergia y mariposas de madera El mundo creativo de Miguel Abuelo fue enorme, como una gran mamushka sin fin. Cuando surgió la primera separación de Los Abuelos de la Nada, allá por el año 1969, Miguel toma la decisión de viajar a París junto a otros músicos- el guitarrista Daniel Sbarra; el bajista Pinfo Garriga; el baterista Diego Rodríguez; y el chelista Carlos Beyris-. La idea era grabar el disco solista de Abuelo, aunque terminó, por un corto tiempo, consolidándose como banda. Allí grabaron “Nada”, un disco que conceptualmente se diferencia de la música que Miguel venía haciendo y que realizó posteriormente con la fama de Los Abuelos a cuestas. En “Nada”, que finalmente salió en 1975, predomina una oscuridad y algunos pasajes lisérgicos que dan cuenta de la época en la que el amor libre, el hipismo y las drogas blandas, predominaban la escena rock del mundo. En Miguel Abuelo et Nada, el documental (2018), los directores hicieron un gran trabajo de investigación para buscar a diferentes fuentes que estuvieron en la gestación de ese disco o se sumergieron de lleno en ese mundo de fantasía y rock en clave psicodélica. Además de los músicos mencionados, a excepción de Diego Rodríguez, aparecen distintos amigos como el director Víctor Kaselman, el pintor Ricardo Mosner, la actriz y música Elizabeth Wiener y el poeta Pipo Lernoud, quien cuenta el origen de la letra “Estoy aquí, parado, sentado y acostado”, que se encuentra en el disco. Además, también se encuentran las opiniones e historias contadas por los periodistas Alfredo Rosso y Juanjo Carmona, autor la biografía del cantante. Por otro lado, en una grabación de archivo, aparece Moshé Naim, productor del long play que habla con total devoción sobre la figura de Miguel y de cómo interactuaban todos los músicos entre sí. No hay muchas imágenes de archivo, pero las pocas que se encuentran, que fueron colocadas de manera estratégica, cumplen para poder imaginar la época en la que transcurre la historia. Lo más curioso de la historia, es que el “Nada” nunca se editó en Argentina y recién hacia finales de los 90 se dio a conocer en este continente. El documental se centra en contar la creación de uno de los discos de culto más extraño y bellos de la primera etapa del rock nacional, poniendo en foco todo el espectro creativo y en cómo un grupo de músicos atrevidos pudo ir contra la corriente.
Realizado por Agustín Argento (autor del guión y productor) con Facundo Carmelo y Juan Manuel Muñiz Oribe. Se trata de un trabajo de reconstrucción de lo que muchos consideran el “eslabón perdido” del rock argentino. Un disco que en l972 grabó Miguel Abuela, en Paris, en una época de libertad, post mayo francés, con un grupo de argentinos y un chileno, que nunca se editó en nuestro país y es considerado un trabajo de culto. Anterior a la creación de “Los abuelos de la nada” Con valiosos testimonios, datos e imágenes inéditas, y la reconstrucción de videoclips de aires psicodélicos realizados 44 años después. Un tesoro.
El eslabón perdido del rock En Miguel Abuelo et Nada, el documental (2018), el trío de directores conformado por Facundo Caramelo, Juan Manuel Muñiz Oribe y Agustín Argento desmenuza el disco que Miguel Abuelo concibió en el extranjero y que nunca se llegó a editar en nuestro país. El rockumental es una crónica de aquellos días donde el fundador de Los Abuelos de la Nada vagó por Europa en busca de un sonido que dejó una huella imborrable en la historia del rock nacional. Corría el año 1970 y Miguel Abuelo había sido elegido para actuar en la versión local de Hair, el musical que contaría además con Rubén Rada, Horacio Fontova y Valeria Lynch. Días antes del estreno y sin dar explicaciones dejó todo y se fue a Europa. Así comenzaba el viaje que daría como resultado Miguel Abuelo et Nada, el documental el eslabón perdido del rock nacional. En la película, los directores entrevistan a los músicos y artistas diversos que acompañaron a Abuelo en su gira psicodélica por casas prestadas en España, Francia y Holanda. El gran mérito de los realizadores es que nunca pierden el foco y no se dejan seducir por la figura de Abuelo. La película es sobre el disco y los personajes que confluyeron para darle vida. Así, Abuelo tendrá la misma relevancia que Daniel Sbarra, la actriz Elizabet Wiener o Carlos Beyris, por nombrar a tres de los protagonistas que desfilan ante la cámara. Miguel Abuelo et Nada, el documental no se destacará por las formas, pero tiene un alto valor histórico al rescatar esa joya del rock que, gracias al trabajo de los directores, quedará como registro de una época que definió la obra de uno de los artistas más influyentes del país.
“Miguel Abuelo et Nada”, de Agustín Argento Facundo Caramelo y Juan Manuel Muñiz Oribe Por Mariana Zabaleta Había una vez amigos, una reunión casual y el encuentro en la música permitió que cinco forasteros crearan una hermosa pieza musical. La historia de éste suceso tiene por escenario tierras lejanas, el eco de la voz de Abuelo nos permite acceder a un mundo fantástico y natural, donde seres sin nombre nos hablan desde el seno de la tierra. También se hacen presentes los fantasmas, que cantan canciones de tormentas, frio y hambre. Argento, Caramelo y Muñiz Oribe le ponen impronta juvenil a este documental. El material de archivo se hace presente, aunque pequeño, algunas instantáneas en blanco y negro dan cuenta del espíritu de una época. Lejanos 70s vagabundeando por Paris nos muestran un Miguel Abuelo sucio y desprolijo, joven, tenaz y de rozagante picardía, Luciérnaga con luz propia, Abuelo conquistó Paris con su versátil voz. Diversas entrevistas darán forma a su personalidad y figura en los círculos artísticos parisinos. Anécdotas a parte, el fuerte el film hace foco en el proceso creativo que llevo a un grupo de desconocidos a concebir Miguel Abuelo et Nada. Una búsqueda exhaustiva a través de las canciones, superpone entrevistas y música, imágenes psicodélicas ilustran un viaje metafísico al interior de múltiples seres. “…tras el hombro derecho flotan espíritus (a modo de viñetas), experimento la sensación de que, además de mí, en la habitación hay otros cuatro […]” Benjamín y Abuelo recorrieron el camino de la experimentación con drogas. Abuelo canalizo toda su experiencia en su obra, brillante su voz nos invita a vivenciar esquirlas de aquellas experiencias. “Nada” condensa estas viñetas, sin haber sido editado en Argentina éste documental renueva los aires de reconocimiento, una mezcla de devoción y lúdica inspección. El rey Miguel sabía mucho de rosas, y las rosas querían saber de Él. Sentando precedente en la distancia, en la voz/eco de Miguel Abuelo resuena su eterna aura. Porque somos instantes en el mundo. Atravesando el tiempo y el espacio estallando en colores en la gran pantalla. Porque todas las cosas traen alguna música. MIGUEL ABUELO ET NADA Miguel Abuelo et Nada. 2018, Argentina. Dirección: Agustín Argento Facundo Caramelo y Juan Manuel Muñiz Oribe. Documental. Duración: 60 Minutos.
Miguel Abuelo no podía quedarse quieto: a fines de los sesentas fueron otras las figuras que determinaron la dirección del rock nacional, pero si él se distinguió fue porque su cabeza estuvo siempre en varios lugares al mismo tiempo. Sus influencias e inquietudes artísticas abarcaron estilos múltiples (y a veces en conflicto entre sí mismos) para los estereotipos de cada época, y varios de sus proyectos se cayeron con la misma velocidad y energía con la que se habían construido, después de alcanzar una forma más o menos definida: ante cada una de las grandes diferencias creativas con las que debió lidiar, siempre eligió la implosión sobre la convivencia armoniosa. El documental comienza después de la primera de esas rupturas de Abuelo (con Pappo, que quiso llevar por su propia senda a la primera formación de Los Abuelos de la Nada), cuando parte hacia Europa empujado por el clima represivo del onganiato, y escapando de su adicción a las drogas. Después de temporadas erráticas y de cambios drásticos en su vida (incluyendo su casamiento con Krisha Bogdan y el nacimiento de su hijo, Gato Azul Peralta), el encuentro con el productor Moshe Naïm lo depositó de repente en un nuevo proyecto, formado junto a músicos de procedencias muy diversas y que dejó como saldo un disco singular y fascinante, que capturó el cncuentro entre el hervidero cultural de París a principios de los setentas, el movimiento creativo perpetuo de Abuelo (que llevó al disco a su costado más experimental) y las influencias que traía el guitarrista Daniel Sbarra (que trajo al disco de vuelta a la tierra, a fuerza de distorsión y solos afilados). Ese disco es tan raro como huella de la evolución del rock argentino en su mestizaje con la escena europea (y como punto de transición en la obra del mismo Abuelo) que cuesta entender la pereza formal del documental, recorriendo todos estos aspectos de una manera muy superficial y monótona: el elenco elegido para los testimonios es variado y completo (están los músicos de aquella banda, los artistas que acompañaron a Abuelo durante la época, el biógrafo Juanjo Carmona, el periodista Alfredo Rosso y el mismo Naïm en un material de archivo), pero el montaje -y tal vez las mismas entrevistas- redujeron muchos de los diálogos a lo anecdótico o estrictamente relacionado con el álbum, y la película nunca intenta trazar una línea que exceda a aquellos años para explicar cómo esta etapa gravitó en la vida de Abuelo, en su desarrollo artístico y en los caminos que tomó la música joven en nuestro país. Para durar 60 minutos, además, se recuesta demasiado en los tramos en los que se escuchan extractos de cada canción del disco, acompañados de planos pocos logrados de un joven googleando sobre la banda y atravesando los efectos psicodélicos de la música, paisajes alterados con un efecto primitivo de rayas de fílmico, algunas animaciones de pretendido efecto onírico o un desfile de las pocas imágenes de archivo que se rescataron. El resultado es bastante irónico porque justamente adolece del espíritu inquieto de Abuelo, pero además ofrece una interpretación involuntaria desde su título: siendo una obra de investigación (y más allá del esfuerzo notorio en los testimonios que consigue), el gesto más noble habría sido venderse como un documental, y no como el documental sobre Miguel Abuelo et Nada. Especialmente porque deja mucho trabajo por hacer.
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