En el norte de La Pampa existió un pueblo que hoy yace tapado por sembradíos de soja. Su vida se cortó abruptamente en 1912 y muy poco sobrevivió de él en la memoria de los pobladores de la zona, hasta que hace cuatro años los alumnos de una escuela descubrieron que algo brillaba en la llanura. Eran miles de fragmentos desparramados y removidos por los arados que, al juntarse, ponían al descubierto enseres domésticos que estaban allí enterrados como un símbolo de que Miró había existido como pueblo. Sobre esta base la directora Franca González elaboró un cálido documental que revive, con entrevistas, fotos y recortes de diarios, lo que fue ese lugar que se halla escondido desde hace 106 años.