En el norte de La Pampa existió un pueblo que hoy yace tapado por la soja. Su vida se cortó abruptamente en 1912 y muy poco sobrevivió de él en la memoria de los pobladores de la zona. En este documental se investiga y recupera su extraña y misteriosa historia.
Esos famosos pueblos fantasmas o ciudades tapadas por el tiempo y el olvido, uno imagina, existieron siglos y siglos atrás. Uno ha visto excavaciones recuperando objetos de antiguas culturas milenarias hoy ya desaparecidas y sabe que han habido pueblos enteros arrasados por ejércitos victoriosos o por las inclemencias del tiempo. Pero uno no supone que esas cosas sucedieron en la Argentina apenas un siglo atrás, en el medio de la llanura pampeana. Nos resulta difícil pensar que un pueblo entero haya desaparecido como tragado por la tierra y pueda empezar a ser recuperado como esos antiguos sitios cuya existencia es probada en las profundidades de la tierra.
En este documental, que va de lo más observacional a lo narrativo, Franca González va develando esa historia y, en paralelo, la propia existencia de Mariano Miró, un pueblo que existió por poco más de una década –la primera del siglo XX– y que se extinguió por motivos que ya descubrirán viendo el filme. Hoy, donde estuvo Miró, hay plantaciones de soja. Del pueblo no ha quedado casi nada visible y ni siquiera la gente lo recuerda, más que por algunas mitologías y fábulas populares que se tejieron sobre su existencia.
MIRO: LAS HUELLAS DEL OLVIDO bucea en ese misterio, mostrando los escenarios, compartiendo el trabajo de los que intentan redescubrir ese pueblo y haciendo escuchar las historias de su existencia, breve y olvidada, en el norte de la provincia de La Pampa, una llanura eterna que no invita en principio a imaginar este tipo de historias extravagantes. Pero esas leyendas existen, o existieron, y el cine tiene como una de sus misiones posibles servir como testimonio del paso del tiempo y como memoria de un país que, como prueba la misma película, deja que la lógica económica de la explotación de la tierra –a principios de siglo XX y un siglo después también– se lleve puesta su historia.