Música curativa
En un documental anterior, Fortalezas (2010), Tomás Lipgot le dedicó uno de los episodios a Moacir dos Santos, un músico amateur internado en el neuropsiquiátrico Borda por una esquizofrenia paranoide.
Hoy, Moacir -brasileño, radicado hace más de tres décadas en la Argentina y ya próximo a cumplir los 70 años- está “en libertad” (vive en una diminuta habitación de una pensión) y Lipgot se reencuentra con él en esta nueva etapa para reconstruir su historia artística y cumplir el sueño de todo compositor y cantante (y él es de los buenos): grabar un disco.
Para los malpensados, Moacir podría ser algo así como un reality-show, una historia del tipo Cantando por un sueño sobre un perdedor que termina siendo reivindicado. También, desde una óptica más new-age, podría ser una oda al poder curativo del arte (de la música). Algo de todo eso hay en este film, pero prefiero ubicarlo en la categoría de cuento de hadas con el “sapo devenido príncipe” (si no, vean el lúdico y épico videoclip de que acompaña los créditos finales).
Lipgot es respetuoso, no carga las tintas, no manipula a (a veces, hasta deja ser manipulado por) Moacir. Tampoco hace de este personaje pelado (para sus performances usa pelucas), de anteojos, con unos cuantos dientes menos y un portuñol ininteligible (por suerte, hay subtítulos) un freak que genere una conmiseración automática. Ni siquiera cuando se pone más confesional.
Hay momentos que me hicieron un poco de ruido (la presencia de la psiquiatra que lo trató, algunos pasajes con el productor del disco, el reconocido músico Sergio Pángaro), pero en su mayor parte el relato fluye bien y uno va adentrándose en el universo contradictorio (fascinante y patético a la vez) de nuestro antihéroe.
Un documental sencillo, directo, que no busca el lucimiento del narrador sino el del protagonista. El resultado es convincente y, por momentos, emotivo. Se agradece.