Realizar un documental sobre un artista que jamás pudo mostrar su talento y pasó una parte grande de su vida internado en un neuropsiquiátrico es un riesgo. Pero el director Tomás Lipgot lo asume con la sencilla -y valiente- decisión de contar su historia desde su propio punto de vista. Así, lo que resulta cómico no lo es por condescendencia sino por comprensión de lo que sucede en la película. Un ejercicio mucho más que interesante.