Entre la critica social y el género de gangsters, entre la ciencia ficción y la critica politica, la realizadora Verónica Chen vuelve a aparecer en la escena cinematográfica nacional con una obra desconcertante.
El jueves se estrena en Buenos Aires, su cuarta película (Vagon fumador, Agua y Viaje sentimental) . El internacionalismo estético de la secuencia inicial con la joven inspectora de rasgos orientales entrando al abigarrado barrio comercial de pisos apretados y ropa colgando, podría transcurrir en cualquier barrio chino del mundo. En primer lugar, lo que engaña es la no traducción al español de lo que se dice: es el personaje el que va guiando al espectador y nos enteramos en un momento que ella no habla ese idioma. Ana no es china (la actriz Haien Qiu tiene padres chinos pero no habla ese idioma) pese a sus rasgos. Su español (argentino) nos ubica de pronto en un aquí y ahora que funciona como el siguiente extrañamiento. Una inspectora con la suficiente ética como para meterse en el mundo corrupto de las habilitaciones permitidas por la ciudad. de Buenos Aires por el solo hecho de negarse a firmar los formularios de habilitación de un edificio donde se accidentó un joven boliviano.
La xenofobia y la discriminación están claramente naturalizadas, se vuelve tema en la escena del restaurante cuando se pide conejo para comer. “Estos chinos son asi” “Son cosa de chinos” Pero, ademas, ahí la historia, que había empezado con una toma en un frigorífico ilegal de animales, parece rumbear hacia una critica especista, es decir una crítica a la depredación racionalizada tanto sea para estudiarlo, comercializarlo o para comerlo. Pero no. Tampoco ahí la película se queda, sino que va hacia algo así como la historia de unos conejos cyborgs carnívoros que depredan a su vez al hombre, sus cosechas, sus animales.
Ana buscará escapar de la mafia oriental en una casa de campo, donde un grupo de hombres (gauchos?) va a ayudarla a enfrentar a estos monstruos (chinos-conejos?) en una secuencia animada que tambien había comenzado, (y extrañar) la narración como si no fuera suficiente todo lo demás. La salvacion en todo caso vuelve a estar en lo nativo, en esa arcadia solidaria, abandonada a su suerte por el hombre de la ciudad.
En el contexto politico actual, la lectura de Mujer conejo está claramente inscripta en la ciudad de Buenos Aires, pero mas allá de eso es una pelicula “de cajas chinas” (literalmente) y al cine argentino,algo estancado en los mismos lugares formales, le está viniendo bien una pelicula mas de sorpresas.