Verónica Chen es una de las realizadoras argentinas más dotadas de las últimas generaciones. Con Mujer conejo decide dejar volar la imaginación formal para contar una historia que parte de lo cotidiano y plomizo para llegar a niveles de delirio que nunca caen en la parodia o la mirada con sorna. Una mujer descubre que la mafia china maneja a la policía, se encuentra con conejos genéticamente modificados y decide convertirse en algo así como una superheroína. Los géneros populares (el policial, la animación, la ciencia ficción, la fantasía) se mezclan como pinceles diferentes que permiten que cada espacio del film tenga la textura que le corresponde. El resultado, incluso si es desparejo, resulta notable y generoso: se basa en otorgarle al espectador el derecho al goce y a reinventar a partir de lo que mira. Incluso en sus desprolijidades, un film arriesgado que intenta -y logra- ir más allá de la corrección imperante.