Cuarto documental de Daiana Rosenfeld. La historia está basada en el retrato de un viaje de transformación espiritual, rescatando y resignificando prácticas chamánicas, ajenas a nuestra realidad cotidiana y a nuestra forma de observar el mundo.
En este documental conoceremos a Fedra Abrahan (40), quien trabaja como mujer medicina con plantas en Argentina, por lo cual, viaja todos los años al corazón de la selva para conectarse con la sabiduría ancestral de los pueblos de la región y para seguir aprendiendo y sanando. Dentro del relato de Rosenfeld podremos compartir uno de sus viajes al Amazonas peruano, impulsado por una crisis personal relacionada al fallecimiento de su padre. Entonces, de la mano de la directora, no sólo seguiremos a Fedra mientras realiza estas prácticas en busca de su sanación, sino que seremos partícipes de ella.
La película da su inicio con un plano picado por sobre un río ondeante y vibrante, envuelto bajo el sonido penetrante de lo que parece ser el motor de una embarcación. Luego de navegar varios segundos ese encuadre, ingresamos al siguiente plano y, ya anclados en el espacio-tiempo del relato, descubrimos a nuestra protagonista, quien viaja pensativa en una especie de lancha mientras prepara una pipa para fumar (objeto que luego será pieza reiterativa y simbólica del film). Luego, ingresamos a una selva húmeda, guiades por la voz en off de Fedra, quien nos ofrece la información a través de sus ojos reflejantes a un fuera de campo surrealista, denotando desde la realización una estructura observacional pero abrazada a un subjetivismo onírico y reflexivo, dándonos así la apertura a esta historia. Digo apertura, pues estamos frente a un documental de autoexploración, de redescubrimiento, de nuevos principios, no sólo para Fedra con la directora, sino también para con nosotres y para con ella misma.
Daiana Rosenfeld nos invita entonces a ser parte de varias experiencias chamánicas, con ceremonias de Ayahuasca, tanto solitarias como grupales, siempre acompañando en la búsqueda de iluminación de Fedra. Haciendo uso de testimonios de la protagonista sobre las prácticas y siguiendo las mismas desde una mirada observacional, evitando la intervención pero, afortunadamente, decide sumarle a éste un tratamiento estético más subjetivo, recordándonos que el cine es una práctica íntima pero también colectiva.
Entonces, nos abre el juego, desde una perspectiva de huella interior que moviliza a les espectadores, quienes transitan por sus propios rincones del super yo. Esta forma sensorial en el uso del dispositivo, visual y sonora, logra traspolar la sala al área del film y viceversa, donde la yuxtaposición de imágenes consigue simbolizar un continuo infinito sin distinción de planos espaciales, regalándonos interrogantes sobre nuestras propias certezas.
Mujer Medicina nos propone ser partícipes activos de una experiencia espiritual. Donde el tratamiento sonoro, apoyado en macro imágenes sensoriales, nos transporta "fuera de la caja", invitando a la autorreflexión sólo a les espectadores que se permitan explorar.