Filme sobre un torneo de fútbol que intentó utilizar la dictadura uruguaya.
A ntes de verlo, a la corta o larga distancia, Mundialito , de Sebastián Bednarik, parece ser un documental convencional, de tesis, políticamente correcto. Otro más. Otro, sobre dictaduras manipulando al fútbol. En este caso al Mundialito: torneo que se jugó en Uruguay, con los campeones mundiales de fútbol más Holanda, en 1980, meses después de un plebiscito con el que los militares pretendían darles un manto legal a los gobiernos de facto.
Otro elemento para el prejuicio: la película cuenta con más de treinta testimonios. Cabezas parlantes que, uno supone (mal), sostendrán posiciones obvias, maniqueas. Y que, editadas de un modo didáctico, desembocarán en una denuncia contra la manipulación de las masas bondadosas por parte de unos pocos personajes perversos.
Pero no.
Mundialito no busca confirmar lo obvio ni refrendar lugares comunes tranquilizadores. Al contrario: aborda -aun desde la inevitable, saludable subjetividad- el complejo entramado cívico-militar que hace posibles las dictaduras, la falta de homogeneidad en las posiciones del llamado “pueblo” (hoy, “la gente”), la multiplicidad de voces y miradas acerca de un mismo fenómeno social, muchas de ellas contradictorias. Para decirlo de una vez: Mundialito apunta a la inteligencia y la libertad del espectador. Algo infrecuente en el cine.
Y sobre las cabezas parlantes, que suelen causar urticaria en los vanguardistas, hay que decir que tienen un tratamiento que las hace funcionar también como cuerpos parlantes: como personajes, muchas veces graciosos. Ejemplo: un empresario que negoció los derechos de televisación del Mundialito con un joven Silvio Berlusconi. Este hombre, Angelo Vulgaris, habla aferrado a una copa -presumiblemente con bebida alcohólica-, hurgándose la nariz y acomodándose los genitales, como si se le salieran de cauce. Su modo de decir las cosas habla tanto o más que sus palabras. Y, a pesar de lo reprobable, causan gracia. Otro logro de Bednarick: su desdén por lo solemne; su utilización de un humor por momentos triste, por otros absurdo: bien uruguayo.
En la película hablan ex presidentes y presidentes (José Mugica), militares retirados y militantes que estuvieron detenidos, futbolistas que se sintieron usados y futbolistas que se quejan porque no se les rinde tributo por aquel torneo. No hay voz en off, aunque la línea “oficial” sea la del historiador Gerardo Caetano. Cuando el Mundialito parece a punto de tener una explicación clara y redonda, Bednarick mismo la pone en duda, a través de un montaje autoconfrontativo . Así la realidad se torna más difusa, menos clara, más rica: tal como es fuera de los cines.