Dicen que viajando se fortalece el corazón...
Luego de la decepción que me provocó Velódromo en el BAFICI 2010, con Música campesina me reconcilié con el cine de Fuguet y con su actor-fetiche Pablo Cerda.
Tras las anodinas desventuras del ciclista que deambulaba por Santiago en su film anterior, el reconocido escritor ahora traslada a su antihéroe a la ciudad de Nashville (contó con el apoyo de la universidad local en la que es profesor): un chileno que viene de sufrir un desengaño amoroso con una novia estadounidense. Entre hoteles y casas compartidas con losers/dealers/slackers (la mirada sobre la sociedad norteamericana es despiadada sin por eso caer jamás en la bajada de línea), Alejandro Tazo tendrá trabajos precarios (como limpiar baños en hoteles), amistades fugaces (incluida una con una... ¡argentina!) y experiencias musicales (es un fan de Johnny Cash).
Si bien al film le hubiese venido bien una puesta más "aireada", Fuguet da aquí un enorme salto cualitativo como narrador (aparecen algunos encuadres muy virtuosos), como director de actores y como observador de la soledad, de las contradicciones de los inmigrantes, y de las diferencias culturales, de costumbres y, claro, de idiomas entre norte y sudamericanos.