Rayos, estrellas y garabatos podemos ver graficados en la pared de la habitación de Mimí, Luna y Oro, los protagonistas de una historia tan espontánea como redundante.
El argumento de Niñato es tan simple como la forma en que está filmado. La cinta retrata la cotidianidad de David, un padre soltero de tres hermosos nenes, que vive con su madre, en frente del departamento de su hermana. Conforman una gran familia que se sostiene y contiene.
David es un músico que se dedica al hip hop y su vida transcurre, además de criar a sus hijos, en torno a triunfar como cantante de este pegajoso ritmo. Libre de prejuicios, la cámara se centra en captar el vínculo familiar, deteniéndose especialmente en los hábitos de los tres niños: Luna, Mimí y Oro. El ritual de despertarse, vestirse y tomar el desayuno para luego partir hacia el colegio.
O cuando hacen los deberes, se bañan y conversan entre ellos. Siempre intercalado con las excursiones de David hacia el exterior, para conocer algo de su rutina o a su novia. A pesar de un modo de vida económicamente inestable, este padre tiene una relación de calidad con sus hijos. Es un papá presente, muy compañero y no duda a la hora de poner límites.
Con un registro cercano al documental, Niñato interpela directo a la identificación con el espectador, mostrando con suma naturalidad la vida diaria de un grupo de niños. Si de algo peca este film, es de volverse reiterativo. La misma fórmula extendida a lo largo del relato, lo torna algo tedioso, estado que no se redime ni con los chistes, ni con el hip hop que canta el pequeño y simpático Oro.