Infancia a los ponchazos
David Ransanz y su hijos Oro, Luna y Mimí vuelven a protagonizar un film concentrado en lo cotidiano, en los avatares de un país que ya no puede ocultar una crisis de valores y que se encuentra en estos momentos en otra crisis más profunda, alejada simplemente de la economía. Hay una gran masa de excluidos pululando por el mundo. No sólo en Europa, sino también en Latinoamérica. Por eso la identificación con el día a día de un joven viejo de 34 años, con tres hijos pequeños a su cargo y una insistente determinación de luchar por sus sueños -algo que ya despuntaba en el corto Buenos días Resistencia, 2013- resulta inmediata en cualquier parte. No obstante, ocurre algo parecido con los conflictos modernos de la paternidad, la forma de educar y negociar la crianza con hijos cada vez más rebeldes y que no son otra cosa que el síntoma latente de lo que ocurre en la periferia de sus mayores.