El cuco aparece cuando todo está oscuro
Nos encontramos nuevamente frente a una readaptación de un clásico del cine de terror esta vez de la mano del mexicano Guillermo del Toro, quien se encargó de su producción y de su guión junto a Matthew Robbins y a Nigel McKeand, guionista de la película original. Efectivamente, se trata de una historia basada en el film televisivo homónimo del año 1973 que, en su momento, fue un éxito que impresionó a tantos espectadores.
En esta oportunidad, la historia es narrada desde la perspectiva de la pequeña Sally (Bailee Madison) quien es enviada por su madre a vivir con el padre de la pequeña (Guy Pearce) a otra ciudad. Este es un arquitecto y decorador de interiores que junto a su joven novia (interpretada por Katie Holmes) está llevando a cabo las tareas de reciclado de una enorme mansión que habría pertenecido a un artista muy famoso en el 1800 desaparecido junto a su hijo de manera misteriosa. Será en este escenario lúgubre y gótico, con un jardín intrincado, esculturas talladas en madera y lugares oscuros, que se desarrollará la historia de Sally, quien comenzará a oír voces y recibir visitas nocturnas de extraños seres que habitan en el sótano de la casa.
Se hará evidente, tanto en la historia narrada desde lo que le acontece a la niña como en los escenarios misteriosos muy bien ambientados, la mano de Guillermo del Toro que, a pesar de no haberse encargado de la dirección de la misma (ya que estuvo a cargo del casi desconocido Troy Nixey) dejó su fuerte huella en el filme.
Antes de dar comienzo a la historia de Sally, la película se abre con una escena ambientada en el 1800 en la cual ya se nos presenta un hombre asesinando y entregando cuerpos por la chimenea del sótano a unos seres que aún no logramos ver. Por culpa de dicha escena el resto de la película será totalmente predecible, ya podremos presuponer el resto de los acontecimientos que llevarán a la pequeña a acercarse a esos seres del sótano. No obstante, la música y la ambientación lograrán sumergir el espectador en una constante atmósfera de tensión y suspenso que se mantendrá a lo largo de la cinta. Es que el elemento terrorífico que se pone en juego en No le temas a la oscuridad está relacionado con miedos universales, propios de la infancia de cada individuo: el peligro no viene desde afuera, sino desde el interior de la casa, de lo familiar, de ese lugar que debería ser un refugio y no un potencial peligro. Efectivamente, son varios los elementos que hasta podrían recordarnos los cuentos de hadas: la presencia de un lugar dentro de la casa (en este caso el sótano) en el cual es mejor no entrar como la habitación prohibida en el cuento de Barba azul, o la popular historia de los dientes debajo de la almohada que al día siguiente serán reemplazados por monedas.
Probablemente sean los dientes y la pérdida forzada lo que colabora en impresionar al espectador desde el comienzo de la película.
Gracias a los mencionados elementos el filme logrará mantener atento el espectador, pero la historia no poseerá ningún giro inesperado y hasta los monstruos serán mostrados cerca de la mitad de la película,
eliminando toda posible sorpresa en el resto de la cinta, que se mantendrá en pie sólo gracias a situaciones de suspenso creadas casi de manera forzada, ya que el accionar de los personajes será totalmente predecible y estos cometerán errores esperables como si buscaran los problemas en vez de huir de estos. Me llama la atención que del Toro en una entrevista manifestó haber tardado 16 años en readaptar este guión, probablemente se deba a sus tantos proyectos durante estos años y no ciertamente a la complejidad del mismo.