Fútbol y política. Sátira histórica, pero con un correlato directo con la actualidad. La nueva comedia del director de Soy tu aventura, Pájaros volando y Por un puñado de pelos tiene algunas ideas punzantes y unos cuantos logros a nivel visual, pero también un gran problema: no es demasiado divertida.
No somos pocos los que consideramos a la veta patriótica, nacionalista (chauvinista) como una de las peores del fútbol. En este sentido, las alegorías, analogías y paralelismos que propone la película (hay hasta un remedo del mítico segundo gol de Maradona a los ingleses en 1986) no solo son bastante obvias sino incluso cuestionables desde una mirada más purista y si se quiere des-ideologizada.
El film está ambientado en 1806, duante los días previos a las primeras invasiones inglesas. El protagonista es Manolete (Gonzalo Heredia), un buscavidas al que en la escena inicial vemos involucrado en una pelea arreglada que, por supuesto, sale mal. Especie de proto-productor de espectáculos, Manolete está en pareja con Aurora (Laura Fidalgo), una atractiva bailarina que, una vez que los soldados británicos invadan Buenos Aires y desplacen a los representantes de la monarquía española, despertará el interés obsesivo del mismísimo William Carr Beresford (Mike Amigorena).
La tensión de ese triángulo sentimental se trasladará también al campo de juego. Tras un partido entre RIVERa y emBOCAdura (¿se entendió?), se organizará directamente un enfrentamiento entre las selecciones de Argentina (ya con ese nombre y la camiseta celeste y blanca) y los ingleses, mientras los rebeldes criollos lanzan de forma paralela una contraofensiva en sociedad con el francés Santiago de Liniers (Fernando Lúpiz).
Del apuntado match en una Plaza de Toros participarán, entre otros, Catrú (Oscar Chatruc), crack de los locales; y Cavenagh (Fernando Cavenaghi), goleador de los visitantes, mientras que entre las participaciones especiales aparece Matías Martin y Diego Capusotto, actor-fetiche de Montalbano, interpreta a Sampedrito, el más que expresivo DT argentino.
Con una ingeniosa reconstrucción de época que apela a mucho trabajo escenográfico y de efectos visuales, un amplísimo elenco pletórico de figuras reconocidas (varias de ellas poco aprovechadas) y con licencias poéticas como múltiples anacronismos y varios clips en los que suena de fondo Más o menos bien, tema de El Mató a un Policía Motorizado, No llores por mí, Inglaterra funciona esporádica, espasmódicamente, ya que en los 104 minutos son más los pasajes irrelevantes (casi de relleno) que los verdaderamente inspirados. Por el tono elegido para la narración no podía exigirse demasiada sofisticación, matices y sutilezas, pero el film luce bastante fallido incluso dentro del esquema de la comedia de enredos. Una pena porque se aprecia un indudable esfuerzo de producción y mucho talento reunido para un ambicioso proyecto del que esperábamos más.