Pasión por la patria
Entre el 25 de mayo y el mundial de fútbol se estrena la nueva película de Néstor Montalbano (Pájaros Volando, Por un puñado de pelos), una fábula que transcurre en tiempos de las invasiones inglesas que pone sobre la mesa el concepto de patriotismo al mezclar la gesta histórica con la pasión por la pelota.
No llores por mí, Inglaterra (2018) es la reescritura de la historia argentina de manera apócrifa. Hecha en clave Todo por dos pesos, el programa con Diego Capusotto y Fabio Alberti que Montalbano supo dirigir. Relata los supuestos acontecimientos en torno a las invasiones inglesas, tergiversados claro, pero con el fin de desentramar desde el humor, ese discurso tan confuso como fascinante acerca de la identidad Argentina. La pasión que despierta el fútbol, paradójicamente traído por los ingleses y, según el film, explotado por el prototipo de chanta argentino, el Manolete que interpreta Gonzalo Heredia.
Todo comienza cuando llegan los ingleses y, ante el debilitado poder de la Corona española, tratan de imponer su poder mediante una curiosa estrategia: el fútbol. Les enseñan a los criollos a jugar, a putear, a dividirse en bandos. Pero la cosa se les vuelve en contra cuando Manolete a pedido del General Bereford (Mike Amigorena) organiza el partido Argentina versus Inglaterra, que canaliza el sentimiento y pasión de los locales por su tierra dando paso al famoso “el que no salta es un inglés”.
La excusa del guion coescrito con Guillermo Hough, es presentar los conocidos acontecimientos populares asociados al fútbol y, en forma de parodia, cruzarlos con los históricos. Forjar la identidad nacional a través de una sátira de la situación actual. Aparece el primer entrenador/fanático personificado por Diego Capusotto, el famoso gol de Maradona a los ingleses por el deportista de origen indio Catruc (José Chatruc, ex Racing), Fernando Cavenaghi (Ex River) y Evelina Cabrera, Fundadora de la Asociación de Fútbol Femenino Argentino, entre muchos otros.
Por la parte histórica, surgen a modo de chiste nuevos orígenes del nombre “Argentina”, de los colores de la bandera nacional -por accidente-, o de la rivalidad entre barrios (los pobres de Embocadura con los acomodados de La Rivera), entre otras referencias. No hay una búsqueda de realismo histórico aunque se trabajó con sumo cuidado el vestuario y otros detalles de la época y se filmó en Colonia del Sacramento, Uruguay, por el parecido a la Buenos Aires colonial. No llores por mí, Inglaterra no se toma en serio los sucesos históricos sino que los tergiversa –por eso el No llores por mí es a Inglaterra y no a Argentina como el original- con el fin de hacer un divertido guiño al espectador sobre la compleja configuración de la identidad nacional.
La película es entretenida, tiene una narración fluida y un muy buen despliegue técnico. Montalbano es muy eficaz en combinar y hacer homogéneo productos con una variedad muy diversa. Actores profesionales con no profesionales, episodios históricos con sucesos mediáticos, cultura futbolera con sátira política. En ese armado posmoderno el director de Soy tu aventura (2003) es uno de los únicos que puede salir bien parado y lo hace con gracia y estilo.
Pero lo más interesante de esta superproducción con más de 40 actores y de 1000 extras es la relación con la actualidad, y no por la cercanía al 25 de mayo o al mundial de Rusia, sino por la situación similar que vive hoy la Argentina. La necesidad de unificarnos, de que el chanta deje su egoísmo en pos de ideales comunes, o de desenmascarar al farsante, son algunos de los mensajes de esta historia. Porque la historia se repite y, aunque se distorsiona, siempre es la misma parece decirnos Néstor Montalbano con su ambiciosa y original propuesta.