En 1806 todavía no existía la nación argentina. El modelo social era aún el del virreinato, una formación histórica propia de las aventuras imperialistas de varios países europeos, algo que de inmediato No llores por mí, Inglaterra glosa en el inicio. En ese período, los ingleses visitaron el país, intentaron imponerse, pero perdieron con los criollos y los españoles. Eso sí, dejaron el fútbol.
En el contexto de la “Reconquista”, el filme desarrolla una historia que es una suerte de lúdica genealogía del fútbol argentino. El nacimiento de River, Boca y la “celeste y blanca” tienen preeminencia en un relato con personajes secundarios simpáticos: Diego Capusotto como el primer DT de la selección, José Chatruc como un Maradona del siglo XVIII y Mirta Busnelli como la esposa de William Beresford equilibran el filme entre su voluntad de aventuras y su deseo de hacer reír.
Lo más sorpresivo del filme de Néstor Montalbano reside en el diseño de arte. La reconstrucción de los interiores de la época es notable y el intento por simular la costa rioplatense y sus alrededores también. Ese trabajo fidedigno sobre el paisaje y el mobiliario es fagocitado por signos contemporáneos, los más evidentes, la música de las escenas y ciertos discursos que remiten al elemental discurso político del Gobierno de turno.
No llores por mí, Inglaterra podría haber sido una de Monty Python en clave criolla, o una de Mel Brooks; retomar satíricamente momentos históricos sellados por el prestigio museístico de la historia oficial constituye una noble tradición del cine. Quizás estas referencias son demasiado cipayas para la sensibilidad de Montalbano, quizás no, pero por alguna razón sus películas nunca alcanzan lo que prometen.
Es difícil indicar los motivos de esta insuficiencia; uno para considerar es la ausencia de las asociaciones inesperadas que suelen singularizar a los personajes de Capusotto. Extraña película la de Montalbano. Todos sus materiales son interesantes, como sus intérpretes y los esfuerzos artísticos para revivir una época. Pero un filme es una amalgama de piezas que derivan en un todo. El todo es aquí menor a sus partes.