Rachel es una prestigiosa abogada de una importante firma de Nueva York, que pasados los años, todavía permanece soltera. Todo se complica cuando al celebrar su treinta cumpleaños, termina la fiesta acostándose con el prometido de su mejor amiga.
Hay dos amigas, una rubia, la otra morocha, una narcisista y egocéntrica, la otra sumisa y complaciente, una a punto de casarse, la otra como siempre obligada a ver desde afuera. Esto se revierte la noche de su cumpleaños, cuando Rachel (Ginnifer Goodwin) se acuesta con Dex, el prometido de la otra. Por supuesto que una industria tan moralizante como esta condena los cuernos, a menos que estos estén justificados. La otra es una arpía, hace años que la maltrata, ella le robó al novio en primer lugar, el cual está secretamente enamorado de la chica buena y ella siempre lo amo. Por supuesto que el engaño tiene sus motivos, nadie podría dudar de semejante lista.
La película empieza entonces un ida y vuelta que se extiende a lo largo de unos pesados 107 minutos, enredándose una y otra vez en una idea simple a la que se le buscó dar un grado de complejidad que nunca tuvo. Hay aspectos que incluso se pasan de ridículos, como que en pleno 2011 un joven quiera casarse con una chica fiestera, sin plata ni familia de renombre porque el padre lo obliga, o que el personaje de John Krasinski, el cual sobró durante hora y media, se declare a la protagonista en una de las formas más forzadas que el cine jamás conocerá. Lo que realmente se padece de esta historia es que aproximadamente al minuto 40 los amantes se declaran su amor y sus deseos de estar juntos, pero como queda más de una hora por delante empieza a girar en círculos como si quisiera llegar a una duración preestablecida.
Respecto a las actuaciones, a Krasinski le habrán pedido que haga su papel de Jim Halpert en The Office y a Kate Hudson que repita las escenas más insoportables de How to lose a guy in ten days, porque realmente es insufrible. El resto debe lidiar con unos personajes tan trillados que se puede hasta adivinar literalmente lo que dirán a continuación.
El toque de la guionista Jennie Snyder, que viene del ámbito de la televisión, está muy presente en una película en la que los problemas aparentan ser más serios de lo que son y en la que nadie trabaja y se pasa la mitad del tiempo en la playa (debe ser porque lo último que escribió es la nueva generación de 90210). Por otro lado está Luke Greenfeld, quien no tiene una extensa carrera como director, con solo dos comedias previas, una muy mala como Animal y otra bastante entretenida titulada The girl next door. A pesar de que en una tuviera más mérito que en la otra, por lo menos en ambas buscaba entretener. Ciertamente no había realizado una "comedia romántica" que de comedia no tiene nada, pero que es repetitiva hasta el hartazgo, que falla en numerosos aspectos y que parece invitarlo a que vuelva a hacer filmes sólo para televisión.