Viaje por los caminos de la vida
Cuenta una historia sencilla con sensibilidad, logrado marco de época y buenas actuaciones.
Una road movie de época, argentina, es toda una curiosidad. Y más si cuenta una historia sencilla, con sensibilidad y nobleza, sin pretensiones grandilocuentes, golpes de efecto o heroísmos artificiales: al ritmo del viejo auto inglés modelo ‘28 en el que se desplazan los personajes, No te olvides de mí es una de esas películas que se paladean lentamente y dejan un sabor agradable.
Corren los años ’30, plena Década Infame: Mateo, un anarquista de origen italiano, acaba de quedar en libertad luego de tres años de cárcel y quiere tanto reencontrar a sus compañeros de andanzas como a El Rey, su gallo de riña. Con ese fin se pone en marcha por los caminos del sur de la provincia de Buenos Aires, pero en el camino se encuentra con Aurelia y Carmelo, dos hermanos que andan tras los pasos de su padre, conchabado en las Salinas Grandes, y les ofrece viajar con él.
En ese viaje con escala en poblaciones rurales -con una reconstrucción de época que gambetea hábilmente las limitaciones presupuestarias- iremos conociendo a los personajes más por sus acciones que por sus palabras. Leonardo Sbaraglia vuelve a mostrar la madurez interpretativa de sus últimas películas, con una notable presencia física y una naturalidad casi darinesca. Cumelén Sanz y Santiago Saranite nos hacen olvidar que son debutantes en papeles de semejante importancia: lo acompañan con solvencia, transmitiendo sentimientos con gestos y actitudes que dicen más que los diálogos.
El anarquismo y la inmigración son el telón de fondo para una aventura que tiene a los vínculos humanos en primer plano. Ocurren, como en todos los viajes, peripecias, con el paisaje estival de la pampa húmeda como testigo. Pero no se recurre a epifanías ni situaciones forzadas como para construir la complicidad entre esas tres almas errantes. El adulto, la joven y el chico van forjando una relación de una solidez que trasciende las declamaciones: lo que los une es ni más ni menos que la vida.