Mi gallo y yo
La arriesgada apuesta al desarrollo de una historia anclada en una época y contextos muy distante con la actualidad como es el caso de esta ópera prima dirigida por Fernanda Ramondo, No te olvides de mí, encuentra una explicación cuando detrás de la idea de reconstrucción predomina una historia troncal fuerte y arraigada en los vínculos de los personajes.
A eso debe sumarse la inteligencia de apelar a una estructura narrativa acorde a las curvas de transformación, en clave de road movie, elemento para nada secundario y con características paisajistas, sino todo lo contrario porque a instancias del recorrido por distintos pueblos de la llanura Pampeana, a bordo de un camión destartalado que en un pasado fuera transporte de gallinas, se reafirma la contemplación de los cambios en las geografías interiores de cada personaje.
La premisa es sencilla: corre el año 1934, Mateo, luego de estar preso por disturbios durante tres años, sale a recomponer lo que quedó de su vida. Sus amigos, con quienes perdió contacto al caer preso, son uno de los destinos posibles de su nueva aventura. El otro la recuperación de su gallo de riña, El Rey, único patrimonio que le queda para sacar unos pesos y mantener su ideal anarquista sin caer en las redes del sistema.
El robo de gallinas para comer y la venta excedente de huevos a lo largo de su viaje es su único sustento.
Sin embargo, el cruce azaroso con Aurelia y su hermano menor, Carmelo, trastoca sus planes al unirse y compartir la búsqueda del padre de ambos hacia las salinas en el Sur.
La solidez del reparto, la soberbia actuación de Leonardo Sbaraglia en el rol de modelo sustituto de una figura paterna para Carmelo, interpretado por la gran revelación Santiago Saranite son claves en el film. Sin dejar de lado, la presencia de Cumelen Sanz para el personaje de Aurelia, quien crece a nivel dramático a la par del viaje y las distintas instancias que atraviesan el periplo por las rutas argentinas.