La aparición de Leonardo Sbaraglia entre estos últimos años es avasallante, luego de su participación en “Relatos Salvajes”, el actor ha tomado más rienda suelta al mundo del cine, y es así que de tantas obras en su haber, toma el impulso de una nueva generación de actores.
Durante los años ’30, un hombre solitario llamado Mateo (Sbaraglia) está en medio de un viaje. Pero no de un punto a otro. Es un camino personal para descubrir dónde está parado y si puede lograr tener su vida anterior, la que tuvo antes de entrar a prisión por ser anarquista. Todos sus amigos y (ex) pareja se asomarán para construirle una calle ya borrada para él.
Este recorrido será llevado a través de dos nuevas relaciones, los dos hermanos Aurelio (Santiago Saranite) y Carmela (Cumulén Sanz), a quien encuentra en el medio de la ruta y buscan, al igual que él, su propia recuperación familiar del pasado. Una reconstrucción de lo ya perdido.
La directora retrata un road movie pampero donde las relaciones que se van creando entre los tres protagonistas ponen en juego su concepto de familia. Cada uno de los hermanos tendrá un diferente cruce de palabras y afectos con el conductor de este melodrama. Entre lo ambiguo y lo efectivo. Y es así como Mateo sabe que les es más necesario sus presencias para él que la ayuda que les brinda a ellos para encontrar a su padre.
Dividida en episodios, el relato no solamente nos permite ver el autodescubrimiento de los personajes. Vamos acompañando a estos seres perdidos en las calles de tierra con claros objetivos de mantener su pasado como destino. Son voceros de un devenir no previsto, las cosas que ellos no logran planear, o mejor dicho las que no poseen control, son las que recobran un impulso importante.
Yendo más allá de la búsqueda de los lazos cercanos, el protagonista tiene una obsesión con su gallo de pelea a quien llama “El rey”. Su mundo se pinta de alcohol y peleas clandestinas, un conductor empeñado en la vida nocturna, donde los dos chicos verán la otra cara de la realidad, esa que se niegan a creer, esa que todavía no comprenden.
La puesta en escena y el vestuario del film son puntos a destacar en una realización que pone por delante los gestos emocionales antes que lo dicho. Acompañado con la eficaz tarea del director de fotografía, Lucio Bonelli, la construcción de las escenas pone en relieve la mejor estética.
La propuesta es un debut fantástico para la directora, una obra que nos llevará a la expedición personal, intrincado más por el mañana que por el ayer.