Crecimiento incompleto
No deja de ser llamativo cómo una historia de crecimiento como la que es Norm y los invencibles no termine de completar ese proceso, como si le faltaran elementos a lo largo de todo el relato que contribuyan a mostrar la forma en que evoluciona su protagonista de la mano del viaje que emprende y las personas que conoce.
A Norm y los invencibles se le notan demasiado los avatares de su producción: tuvo un desarrollo problemático, con varias demoras y reescrituras, además de que inicialmente se había planeado lanzarla directamente al mercado del DVD. Porque lo cierto es que el trabajo con la animación no es particularmente atractivo u original –incluso es bastante esquemático, especialmente en los diseños de fondo-, y la historia presenta huecos y cabos sueltos que revelan un guión manipulado excesivas veces, como si nunca hubiera podido encontrar el conflicto apropiado.
Eso se percibe particularmente en cómo se va desarrollando la trama central, focalizada en Norm, un oso polar al que le cuesta asumir su rol como futuro rey y al que nadie termina de tomar en serio. Cuando aparece un malvado empresario inmobiliario que quiere construir casas en el Ártico, Norm viajará a Nueva York, donde termina convirtiéndose en la mascota de una corporación, a la que intentará destruir desde adentro para proteger su hogar. Todo esto, que suena muy rebuscado, efectivamente lo es: la narración avanza a los tropezones, sin transiciones apropiadas, dando la impresión de que en el montaje se hubieran perdido pasajes donde los personajes estaban más desarrollados o que el único objetivo del film era llevar cómo sea a su protagonista para que haga sus numeritos en la Gran Manzana.
De ahí que Norm y los invencibles sea un film insulso, repleto de personajes esquemáticos –la niña buena que ayuda al protagonista, la madre a la que le cuesta balancear el trabajo con lo familiar, el villano que es malo porque sí- que nunca salen de lo superficial, con una figura central con la que nunca se conecta –todo el dilema que atraviesa a Norm respecto a sus responsabilidades y sus vínculos con su padre y su abuelo están excesivamente forzados, expresándose sólo a través de las palabras- y un relato que incurre en ingenuidades difíciles de asimilar incluso para un film destinado al público infantil –lo de los inversores re piolas y re buenos roza lo increíble-. Lo único realmente destacable es el desempeño de esas criaturas llamadas lemmings que acompañan a Norm a todos lados, ayudándolo en sus aventuras y que son una bella combinación de los minions y los pingüinos de Madagascar: cuando ellos cobran centralidad, el film adquiere velocidad, vigor y gracia. El problema es que, claro, ellos no son los protagonistas.
Norm y los invencibles (pobre traducción para el original Norm of the North) es una historia de viaje y crecimiento, pero a pesar de todos los diálogos que funcionan como bajadas de línea -sobre la ecología, los legados paternales, las responsabilidades, los afectos y un largo etcétera-, el camino que se pretende trazar a través de la narración nunca termina de tomar forma. Film sin un rumbo claro, no consigue darle identidad y entidad al pobre Norm, que recorre miles de kilómetros, del Ártico a Nueva York, ida y vuelta, y aún así está lejos de cautivarnos.