Nada más que gente de trabajo
Pequeña, amable, sencilla, simpática. Estos son algunos adjetivos con los que se puede definir al documental de Diego Levy y Pablo Levy, Novias-Madrinas-15 años, aunque no sería justo para hacerse una idea de este film que sí, es pequeño, pero a la vez consigue eludir cualquier prejuicio que uno pueda tener y que es mucho más que una película simpática. Lo de “simpático” es un calificativo que se le suele dar a esas películas que no aportan mucho pero que por algún motivo se nos hacen agradables de ver y seguir. Pero no, Novias-Madrinas-15 años es mucho más que algo que causa simpatía ya que sobresale por ser el reflejo de un universo particular y concreto -las sederías del barrio de Once, en Capital Federal- sin nostalgias lloronas y por el sólo hecho de hacer foco en una profesión casi en vías de extinción y describirla, sin mayores hallazgos formales, con precisión y multiplicidad de miradas.
La sedería que retratan los Levy es la de su propio padre, Elías Levy. Y ahí, el film elude uno de los primeros reparos que le podíamos hacer de antemano: no se nota ese parentesco entre los realizadores y el personaje central. Movimiento inteligente, en Novias-Madrinas-15 años aparece un grupo de empleados de la venta de telas -cada uno con su universo particular y candidato al mote de “personaje”-, quienes van haciendo una deconstrucción del jefe. Por eso, para cuando Elías Levy aparece en cámara, uno ya tiene una idea formada sobre su persona: sabe que es cascarrabias, malhumorado, de carácter irascible, pero un profesional y alguien que ama lo que hace. Hay en ese trabajo de montaje todo un proceso que simula al del cine de suspenso: al final podremos decodificar esa información. Y el Elías Levy que aparece, es un poco todo eso que se había mencionado. Los directores no hacen nada por aminorar la posible imagen negativa que se cierne sobre su padre, y no por eso dejan de reflejar ese mundo sin una cuota inmensa de cariño.
Sin hacerse cargo de los alardes formales que recorren hoy el mapa del cine documental, los Levy recurren al busto parlante y saben que los personajes y el universo que tienen delante de sus ojos son tan singulares y generan tanta relación con un público determinado que se sostienen por cuenta propia. De esa manera, además, cualquier dificultad de producción es muy bien aprovechada y el documental, de poco más de una hora, fluye velozmente. Pero si hay algo más interesante aún, es que los hermanos Levy construyen su film apartándose casi de la realidad: aún sabiendo que las ventas de tela del barrio de Once, al menos en ese estilo, son parte de un mundo que hoy luce anticuado y están al borde la extinción, reniegan de cualquier atisbo de melancolía o nostalgia llorona. Y además, ambientándose únicamente en el interior del local, la película nunca hace gala del encierro, ni apuesta a la decadencia con la intención de una mirada retrospectiva del mundo. Novias-Madrinas-15 años es el retrato de un grupo de trabajadores, las vicisitudes de su profesión, con goce, alegría, diversión y las amarguras que muy de vez en cuando surgen. Mostrar la realidad es mucho más sencillo de lo que algunos realizadores creen. Es sólo ir, mirar y retratar. Con criterio, eso sí.