El arte de vender
Novias, madrinas, 15 años, es el título de este documental atípico que formó parte de la Competencia Argentina en el último Bafici. Hace referencia a la especialidad de la sedería kreal, ubicada en pleno barrio de once, en la calle estratégica donde se encuentran los negocios que venden telas y que son visitados asiduamente por mujeres de todas edades en busca del vestido de sus sueños.
La particularidad de este local es sin lugar a dudas el grupo de vendedores, todos ellos con una personalidad e historia diferente como el jugador compulsivo; el loco inofensivo; el coleccionista de estampillas o aquel que se confiesa fanático de los Beatles y de Whitney Houston al mismo tiempo y recita de memoria la lista de temas del disco Abbey Road. Ellos y su carisma muy marcados son los protagonistas de este relato documental que la cámara de los hermanos Diego y Pablo Levy logran capturar en un juego que va desde la impostura a la espontaneidad en un segundo sin perder el eje de la trama: el universo interior de un local tradicional que vende sedas.
Los realizadores merecen un reconocimiento doble por este hallazgo ya que por un lado encontraron el tono justo para retratar la actividad de su padre Elías Levy, dueño de la sedería, sin recaer en un típico documental de familia y por otro apelaron a la naturalidad de sus empleados con testimonios bien dosificados a cámara que conjugan humor, ternura, amor por lo que se hace y un magnetismo pocas veces conseguido en este tipo de personajes.
El resto es para que el público se deleite con este convite singular, fresco, no solemne y conozca un mundo poco explorado por el cine, que gracias a una cámara lúcida, atenta y no invasiva que deja que cada testimonio fluya, sumado a un montaje prodigioso, realzan la pantalla y contagian ese vigor necesario para volverse inolvidable durante los 60 minutos de metraje.
Detrás de las tafetas y los encajes, apilados ordenadamente en el local, se encuentra oculto el relato de una historia familiar rica, tanto la de los cinco empleados como la de su patrón -parco pero de buen corazón según lo que ellos declaran- en anécdotas, porque en definitiva eso es lo que representa este conjunto variopinto, unido por el afecto de décadas en el mismo trabajo, siempre al servicio de las demandas y caprichos de las clientas, aunque conocedores natos de la psicología femenina, quienes a fuerza de creatividad y pasión por el oficio hacen de la sedería Kreal un espacio apto para ser filmado y por supuesto descubierto por aquellos que buscan rarezas en un micro universo donde todo parece igual y repetido como las sedas.