La adaptación cinematográfica de un texto fundamental de la joven literatura (considerado de culto entre los nuevos públicos), el relato de Fabián Casas, Ocio, es una propuesta que no se siente a la altura de su punto de partida.
Más allá de lo que haga con el libro de Casas, en sí misma carece de ritmo y no tiene una fotografía muy feliz, por nombrar dos elementos propios del lenguaje sobre el que busca sostenerse.
Para comenzar, el guión no logra transmitir el mundo que propone el relato y muchas veces cuestiones tecnicas de la película no permiten ver demasiado lo que sucede entre los vínculos externos e internos de la vida del protaonista. Esto hace que la película sea otra cosa, todo bien con ello, más parecida a un cine de escuelas profusamente hecho.
Ocio como película no logra convencer, y se acerca tanto a ciertos ejemplos del Nuevo Cine Argentino de hace más de una década que atrasa...
Hay un contacto con lo cotidiano, con la realidad del protagonista literario de Ocio, con su mundo culturalmente rico, y desde allí interesantemente desencantado que la película no ahonda en lo más mínimo.
Lo mejor que tiene es el barrio, sus imágenes, cuando logra asomarse y mostrar el mundo de los adolescentes de Boedo, el rescate de sus identidades locales: el club San Lorenzo de Almagro, la placita Butteler, el rock de los setenta, como auténticas pertenencias por encima de otras marcas.
Para cerrar, destaquemos el hecho de que en el último BAFICI agoto sus localidades siendo un fenómeno de expectativa para fanáticos y público en general.