La cuarta película ficcional de Alejandra Marino que se estrenó el pasado jueves es “OJOS DE ARENA”, drama protagonizado por Ana Celentano, una película cuyas intenciones son, en principio, nobles.
El eje está en contar una historia sobre la trata de personas y la búsqueda desesperada que afrontan familias enteras. Toda una serie de temas trascendentales (y actuales) que se ven empañados por una producción que antepone siempre un mensaje subrayado por los diálogos y una excesiva banda sonora.
Lo noble se transforma en manipulador, porque es la dirección quien inclina lo que sentimos. OJOS DE ARENA toma al espectador de rehén de un modo bastante torpe. Se supone más de lo que es, pero en un mal sentido.
Dentro del trazo grueso que maneja OJOS DE ARENA, quién se destaca es Ana Celentano, que le da veracidad y un enorme corazón a su personaje, dosifica fuerzas en cada línea para que nada se sienta impostado.
Un filme con mejores intenciones que resultados.