“Ojos de Arena” es una película tan actual y pertinente, hablándonos con marcado lirismo acerca de emociones tan a flor de piel como lo son encrucijadas afectivas y deseos contenidos, dolores prolongados y causalidades del destino que unen a dos parejas de padres con un motivo en común. El tiempo cronológico que transcurre y se escapa “como arena entre los dedos” sirve como declaración metafórica que emplaza este film bajo un cariz poético, ahondando en climas atravesados por vínculos rotos y panoramas desconcertantes. Técnicmente lograda y bajo el formato de thriller dramático, un guión escrito por la directora Alejandra Marino -a dúo junto a Marcela Marcolini- nos habla acerca de la consecuencia de la trata de personas y de la toma de conciencia que este tipo de sensibles temáticas requiere en el ojo de cada espectador. Este dilema de profundo trasfondo psicológico, siembra pistas a lo largo de la incesante pesquisa que establecen los protagonistas del relato, activando una trama rica en matices simbólicos: el cambio de paisaje que muta de lo urbano a lo rural, espeja la reconstrucción del vínculo de pareja, acaso, la desaparición que afrontan ambos explora la culpabilidad y los riesgos de un hecho nos atañe en lo social: la soledad ante el aparto judicial nos llevará a empatizar íntimamente. En la motivación en común de la búsqueda por descubrir la verdad se resguarda el valor intuitivo que hace frente a aquellos miedos que suelen paralizarnos, ante el desasosiego de una pérdida que pareciera irreversible. Sin morbo ni golpes bajos en lo emotivo, que victimicen en el cliché a sus criaturas, la justicia moral que la directora ejerce para con ellos -ante el desamparo del aparato que debería protegerlos- nos ilustra acerca de su gran pulso narrativo y su fina concepción cinematográfica.