¿Qué he hecho yo para merecer esto?
Cuando se anunció hace ya varios años que se haría una remake norteamericana de Oldboy, la gema dirigida en 2003 por el coreano Park Chan-wook a partir del manga de Garon Tsuchiya y Nobuaki Minegishi que sacudió al Festival de Cannes, no pocos se preguntaron (nos preguntamos): ¿Por qué? ¿Para qué? Muchos realizadores (incluido Steven Spielberg) coquetearon con el proyecto hasta que finalmente fue Spike Lee -quien no atraviesa precisamente por el mejor momento de su carrera- el que dirigió a Josh Brolin en este thriller psicológico (paranoico) sobre la culpa y la venganza.
Las peores presunciones se confirman, lamentablemente, con sólo ver unas pocas imágenes del film: Spike Lee jamás encuentra el rumbo para la historia de un antihéroe… sin rumbo. Brolin (generalmente un buen actor) interpreta con no poca exageración a Joe Doucett, un ejecutivo de una agencia de publicidad, padre ausente, alcohólico, agresivo y perverso que, tras una noche de furia en 1993, termina encerrado en una misteriosa prisión privada durante ¡20 años! Cuando sale en libertad, intentará desvelar qué pasó, quién fue el responsable y, claro, vengarse de semejante humillación. En su camino aparecen una dulce trabajadora social llamada Marie (Elizabeth Olsen) y dos malvados risibles (Samuel L. Jackson y Sharlto Copley), y -así- las cosas se complicarán aún más (en todo sentido).
Si la Oldboy original conseguía una extraña mezcla de ferocidad (sadismo) y lirismo con una puesta en escena subyugante plena de maestría, lo de Spike Lee es -en cambio- una narración bastante elemental y de vuelo bajo para una historia confusa y sin demasiados matices. Poco favorecida en la inevitable comparación, esta Oldboy made-in-Hollywood no resiste el análisis ni siquiera como película autónoma. Es una propuesta menor (mecánica, hueca, efímera e intrascendente) que quedará rápidamente sepultada por el olvido ante la imponente sombra de su predecesora.