A una década de la original, llega a las pantallas una de esas películas que nadie sabe muy bien para qué se hacen. Se trata de OLDBOY, la remake estadounidense del thriller del coreano Park Chan-wook, de 2003. Como la versión hollywoodense de NUEVE REINAS –por poner un ejemplo–, es de esas películas que están condenadas al fracaso, tanto crítico como comercial. Hay pocas, muy pocas excepciones a esa regla (se me ocurre la remake de INFERNAL AFFAIRS que hizo Scorsese y que aquí se conoció como LOS INFILTRADOS), pero lo que se pide en esos casos son cambios importantes respecto a la original, ya que no tiene mucho sentido hacer una película parecida a la otra.
El problema con OLDBOY es que no tiene muchas diferencias con la original en cuanto a trama, más allá de algunos detalles específicos de los personajes. Y sin eso, verla se vuelve una experiencia puramente comparativa, y ya sin la sorpresa de la película original y su enrevesada y sorprendente trama. En ese sentido, OLDBOY no tiene mucho nuevo para ofrecer. Lo que sí tiene de nuevo –y eso es algo que puede interesar más a los cinéfilos que al público en general– es ver cómo influye la habitualmente muy marcada “mano” de Spike Lee en la dirección.
oldboy1Es que Lee no es un director transparente ni de esos que se esconden, discretos, detrás de lo que filman. Aún en sus intentos más comerciales –como éste o la ya bastante lejana EL PLAN PERFECTO– sus marcas estilísticas son claras y hasta contundentes, por lo que uno podía esperar todo tipo de cambios y retoques. Esos cambios, dijimos, no están por el lado del guión, pero sí en la manera en la que el director carga –y se carga– con el proyecto.
Lo que quiere hacer Lee, da la sensación, va un poco a contramano del guión y es más “fiel” al estilo zarpado de la original. El problema de la remake de OLDBOY está en su incongruencia, en el choque entre un guión que intenta apostar a una trama, personajes y situaciones algo más realistas y un director que filma una película fantástica, mezclando personajes más “creíbles” (como el protagonista, interpretado por Josh Brolin, y la chica que encarna Elizabeth Olsen) con otros casi de comic-book (como los de Samuel L. Jackson y Sharlto Copley) en un todo que no termina de cuajar, especialmente en el rol del villano.
Otro gran problema de la película es su confusión entre intensidad y salvajismo. Especialmente durante la segunda parte (la primera, la que tiene a Brolin la mayor parte del tiempo en esa extraña prisión privada en la que pasa 20 años es más medida), Spike Lee acumula escenas de tortura innecesarias, que no aportan más que una cuota de virulencia absurda y fuera de tono con el resto. En esa confusión tonal marcha la película y un director que no tiene muy claro qué es lo mejor en función del resultado final.
Josh Brolin in Spike Lee's remake of OldboyDe todos modos no diría que es una película pésima ni horrible ni mucho menos. Su primera mitad no está mal y su intento por explorar psicológicamente al personaje principal tiene sentido, sirve para que podamos entender mejor su situación sin por eso ponernos de su lado ni compadecerlo. Hay un intento ahí de girar el eje de la película, pero no termina de cuajar. Y el problema surge después, cuando ese mismo personaje “realista” se convierte en una especie de superhéroe capaz de liquidar a medio centenar de personas en un mal remedo –parece de un flojo musical– de una de las escenas más famosas del filme coreano. Y ni hablar de cuándo aparece su captor (Copley), que parece haber caído en paracaídas de una película de James Bond de los años ’80.
En cierto modo la elección de Lee como director es interesante, pero no termina de ser convincente. Si ven STOKER, la película que Park Chan-wook hizo en los Estados Unidos, verán que hay algo similar en su manera de convertir un thriller en un drama exaltado (o viceversa), poniendo marcas de estilo y desborde actoral en primer plano, aún por arriba de las necesidades de la trama. Sí, en ambos filmes los dos directores coquetean con el absurdo, pero esa es la zona en la que estos filmes pueden tener sentido, ya que hay miles de directores pedestres que pueden hacerlos de forma rutinaria. La apuesta tenía sentido, al fin. El problema es que no terminó de salir bien.